Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

viernes, 29 de mayo de 2009


De Cómo el terremoto me quitó el miedo


"Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro siempre a mano en momentos de angustia.
Por eso, si hay temblor no temeremos,
o si al fondo del mar caen los montes;
aunque sus aguas rujan y se encrespen
y los montes a su ímpetu retiemblen".
Salmos 46:1-3. Biblia Latinoamericana

¿Donde estaba? Ah, si: Hace dos días. Por la madrugada. Entré al quirófano; obedeciendo instrucciones de la enfermera instrumentista (¿o era la circulante?) me paso a la cama de operaciones. No siento miedo. Pienso en la teleología divina. Ya no oro tanto como antes; ahora solo siento Su presencia, acompañándome. Yo, como siempre en los últimos años, me dejo llevar, no me resisto, soy una veleta impulsada por el suave viento divino. La teleología me conforta. He estado muchas veces en sala de operaciones, pero por primera vez acostado, no deja de extrañarme la falta de miedo, pero no lo siento. Pienso: En el peor caso, me muero, y pronto estaré en Su presencia eterna. Si sobrevivo, continuaré sirviendo a Dios y a mis semejantes, y cumpliré mi propósito aquí. Recuerdo a un compañero del Internado de Medicina, que murió durante una cirugía de apendicitis. No me importa. De cualquier manera es ganancia: quisiera explorar y entender algunas cosas del más allá. ¿Y si tuviera una experiencia cercana a la muerte? Sería sumamente interesante ir, venir, contar e intentar interpretar. Creer en Dios es una buena apuesta.
La enfermera, cadenciosamente, me extiende los brazos y me los amarra, y obedezco sumiso. Entra un médico. Me saluda: ¿Como estás, Edwin? Yo lo conozco, es mi amigo pero en ese momento lo confundo con un antiguo maestro. ¿Cómo reconocerlo con el disfraz completo de sala de operaciones? El no repara en eso. Hola Doctor, le digo. Me contesta diciéndome que estoy en buenas manos, señalando a la Gran Jefa cirujana. Entra el Dr. Banegas (anestesiólogo) quien también es mi amigo. Intercambiamos unas palabras. Segundos después, se apaga la luz…
Se enciende la luz. Siento un intenso dolor en mi fosa ilíaca derecha, en el sitio donde otrora residiera mi ex apéndice. Me agito un poco del dolor. Grito: ¡Me duele, pónganme demerol, o morfina!!! No me paran bola. ¡Si no me ponen algo me escapo, me están maltratando!!! Grito. Cosa extraña: por alguna razón, en ese momento ya se quien es mi amigo médico: Allan Gutiérrez, aunque no lo veo por allí. Hasta hoy, en este momento, reparo en el asunto, pero de alguna manera mientras me encontraba bajo el efecto de la anestesia, lo reconocí. Tengo una hipótesis: como investigador siempre hay en mí una curiosidad activada, subconsciente, interesada en conocer mis propias reacciones ante una situación que aunque traumática, novedosa, lo que me hace percibir la realidad casi intuitivamente, aun bajo el efecto del halotane (enfluorane, etrane, metoxifluorane, o como se llame).
¡Gutiérrez!!! Grito. ¡Necesito demerol, que me muero del dolor! No gritaba de agitación sino de dolor de verdad. Llegó una enfermera con una jeringa, me ladee a la izquierda y me aplicó la inyección en el glúteo derecho. Segundos después, se apaga la luz...
¿Se ha fijado en las películas? Termina una escena. Luego, comienza otra escena, tal vez mucho tiempo después. Pero entre las dos escenas no ha transcurrido el tiempo. Así se siente. Las personas que han sido intervenidas quirúrgicamente o que han estado en coma saben de lo que estoy hablando.
Se enciende la luz. Estoy en la habitación. Está mi papá, que recientemente veo muy poco, y gran parte de mi familia. Mi papá hace algunas bromas sobre mi condición (creo, no recuerdo muy bien). Segundos después se apaga la luz. Al salir el sol, me despierto casi normalmente, siento algo de dolor, pero no es excesivo. Por momentos me siento, pero debo ser ayudado siempre. Me ponen de pie como quien para una tabla. Tengo muchísimo miedo de dañarme la herida. Paso el resto del día como en el limbo de lo perdido. Estoy aburrido, aunque pienso que nada, comparado con los largos días en los que me mantuvieron secuestrado, hace más de 10 años. Tengo un apetito atroz, pero no puedo comer por orden médica. Me robo unas cuantas uvas y cacahuates. Llega la noche. Me acuesto. Tengo un sueño superficial.
A la altura de la madrugada comienza a temblar la cama, luego toda la habitación. De inmediato me doy cuenta de que se trata de un terremoto. Sin pensarlo y de forma automática me incorporo, corro, tomo el teléfono, llamo y me contesta mi hermano. Me indica que el, mis hijos y el resto de la familia están afuera de la casa. Bien, le digo, y cuelgo. En ese momento recordé que estaba recién operado. Se me fue el miedo. En adelante me incorporaría de la cama con naturalidad, casi normalmente. Se me ocurre que el miedo paraliza, anula grandes proyectos y hace que grandes mentes fracasen. No voy a tener miedo, me digo. Por la mañana, mi doctora cirujana me indica que deberé tener un mes de incapacidad, lo que me parece excesivo. Yo se que estaré ejercitándome en la mitad de ese tiempo. Comenzaré a dar mis clases la próxima semana. Iré a la clínica pasado mañana, mañana me entrevistarán de “hablemos claro” y canal 10.
A pesar del terremoto de 7.1 en la escala de Rischter no siento miedo por las replicas. El único pequeño temor que me embarga por momentos es por el estado del embalse “El Cajón”, pero pronto me informo que no sufrió ningún daño. Veo una entrevista al Dr. Arturo Bendaña, quien asegura con gran convicción que el estadio Olímpico se encuentra intacto. Las cámaras muestran otra cosa. Estoy ciego –pienso- o las cámaras están dañadas. Lo mismo dicen del edificio de los Juzgados. Daños arquitectónicos, pero no estructurales, dicen. Las imágenes muestran daños severos en algunas columnas. Entonces pienso: las columnas no son parte de la estructura, son de adorno. Verán, en un tiempo mi ignorancia en asuntos de arquitectura me hizo suponer que las columnas soportaban gran parte del peso del segundo piso. Ya salí de mi error, y el edificio estará reparado en dos días.
Milagro: muchos se han olvidado de la cuarta urna. Yo no. Comento el blog de Miguel de Arriba. De hecho lo comento dos veces. Les aconsejo a los lectores inteligentes que se olviden de la cuarta urna, y me doy cuenta de que ya caí en el juego circular sin salida. Hoy jueves ya es de madrugada, pero como mi ritmo circadiano se encuentra trastocado, no me puedo dormir. Les iba a comenzar a ilustrar mi novedosa propuesta de una teoría de la evolución de los sistemas vivientes hacia la complejidad. Darwin estaría orgulloso de mí. Entonces no se hubiera llamado la teoría de Darwin y Wallace, sino de Darwin y Herrera-Paz. Creo que ya estoy soñando despierto (alucinaciones hipnogógicas, diría mi profesor de medicina psicosomática). No tengo ganas ni de conquistar la cama, no digamos al mundo. Otro día les hablaré de mi teoría. Ya la luz se va a apagar.

jueves, 28 de mayo de 2009


De los sistemas complejos o: !Que duele la apendicitis!

Y el Gobierno dijo: "Sea la cuarta urna". Y un poderoso dijo: "No sea la cuarta urna". Y el sabio dijo, "ni sea, ni no sea, ni todo lo contrario. Esas ecuaciones tienen una familia de posibles soluciones. Busquemoslas."

Durante los miles de años como cazadores, los machos humanos desarrollaron técnicas de curación de traumatismos. En tiempos de cacería, no era raro que un macho resultara herido ante la actitud de defensa de las gigantescas presas, quienes con sus poderosos ataques inflingían tremendas heridas en diferentes partes de la anatomía del cazador. En esos tiempos las guerras entre machos de grupos rivales por el dominio de territorios de caza no eran infrecuentes, y las bajas podrían representar una importante merma en la capacidad del grupo, por lo que los enfrentamientos propiciaron el hecho de que aquellos individuos con conocimientos de curación fueran muy apreciados como compañeros. Fue así como los machos desarrollaron toda suerte de artilugios quirúrgicos para intentar paliar las grandes heridas, fracturas, etc. Esta conducta evolucionó hasta especializarse en lo que es la actual rama de las ciencias biomédicas llamada cirugía.

Hace dos días, mientras fraguaba un plan para conquistar al mundo un pequeño dolor abdominal comenzó a molestarme. Al llegar la madrugada el dolor se hizo intenso, y a pesar de mi negativa de visitar una clínica (no confío mucho en los médicos), ante la insistencia de mi familia tuve que ceder. Una vez dentro de la sala de emergencias, indefenso a merced de los médicos, se me ocurrió llamar a mi amigo José Edgardo Molina, quien es radiólogo y maneja muy bien toda suerte de maquinitas tipo Nintendo. José Edgardo me examinó con una maquinita intergaláctica ecográfica con lucecitas LED de última generación (ultrasonido). Me indicó que mi salud abdominal era envidiable: ni trazas de hígado graso, vesícula saludable, sin litos, páncreas normal y saludable, riñones y vías urinarias normales, prostata pequeña (con una larga vida útil todavía), etc. Yo le dije que no me extrañaba, ya que mi buena alimentación y actividad física de alto desempeño aunadas al privilegiado genoma hacían que no pudiera ser de otra forma. Entonces me dice mi amigo: “el único problema es que el apéndice está agrandado a 10 mm de diámetro, se observa una obstrucción y hay sombra posterior, lo que indica sin lugar a dudas que se trata de una apendicitis”. Al instante reaccioné, diciéndole que no podía ser, que lo primero que desaparece en un cuadro de apendicitis es el apetito, y mi voraz apetito había hecho que devorara dos hermosos mangos marca Jade solo un par de horas antes.

En el término de milésimas de segundo y sin dejarme mediar palabra adicional, una enfermera me vistió con una linda bata multicolor que hirió mi orgullo de macho alfa hasta lo más profundo. Instantes después me conducían en una camilla al quirófano. A los cirujanos de guardia ese día, los conozco a todos: imponentes machos cazadores-curanderos, en los que los compañeros de caza o batalla pueden confiar. Pero sorpresa, de pronto entra, no un macho cazador, sino una hembra recolectora, lo que aumentó mis sensaciones de incorporeidad, despersonalización y extrañeza que muy a menudo lo invaden a uno en momentos como ese.

Debo confesar que fue más mi sorpresa cuando me di cuenta de lo buena cirujana que es la doctora. Claro, la Doctora Carolina además de ser recolectora, es una buena cazadora y practicante de ejercicios de alto desempeño; con una ventaja adicional, debo resaltar: al ser recolectora es también detallista, por lo que mi herida quirúrgica está bien disimulada con una linda, pequeña y casi imperceptible sutura subcuticular. Y es que en el devenir de los tiempos y generaciones las recolectoras no han dejado de sorprender a los cazadores una y otra vez con su versatilidad y multifacetismo (¿existe esta última palabra? Bueno, si existe “multifacética” la otra también tiene que existir; como me dijo un amigo recientemente, el castellano es hermoso).

A propósito de recolectoras, quiero aprovechar para comenzar mi exposición sobre los sistemas complejos vivos y su evolución hacia la complejidad. La sociedad humana mundial es un organismo vivo complejo (cuando dé mi definición de organismo vivo complejo sabrán por qué) el cual evoluciona hacia un estado más organizado y elaborado en virtud del aumento de velocidad del transporte de información (comunicación) entre sus elementos, y a procesos alternos de centralización-decetralización. Esto no es exclusivo del organismo llamado sociedad-global. En los organismos de nivel inferior a este, llamados individuos, se registra el mismo fenómeno. La mejora en las comunicaciones entre diferentes órganos en virtud del desarrollo de estructuras de conducción y procesamiento eléctrico (nervios y estructuras neurales) ha permitido el desarrollo de los individuos hacia estados de creciente complejidad.

Si usted lee este blog por diversión, llegue hasta aquí. Si usted es un miembro de las múltiples especies de elites intelectuales, siga leyendo. Aunque la introducción de esta entrada sugiere el tema de la cuarta urna, en realidad no es así: se refiere a que un conjunto de problemas en los sistemas complejos (llamados ecuaciones diferenciales) presentan, no una sola solución, sino una familia de múltiples soluciones que hacen que el resultado final sea impredecible, incierto y siga las reglas de la teoría del caos. Por ejemplo, en una sociedad cada problema tiene un conjunto de soluciones, algunas mejores que otras. Las interaciones entre las diferentes soluciones escogidas es complejo, y producen un resultado incierto (por lo que perdemos el tiempo hablando todo el tiempo de cual de las dos posibles soluciones a la opción binaria de la cuarta urna es el correcto, cuando el número de problemas de nuestra sociedad hondureña es muy grande, de tal manera que no se buscan los conjuntos de "mejores soluciones". El efecto hiptotizador de los llamados "distractores" es en este caso el culpable, por lo que al menos la elite intelectual debería traer otros temas a discusión).


He dejado entrever una parte de mi teoría que involucra las comunicaciones entre los diferentes elementos de un sistema. Comenzaré aquí exponiendo la definición ostensiva de "nivel de complejidad" en el contexto de los sistemas complejos vivos. Las proteínas son los bloques básicos con los que está construido un organismo vivo. Las proteínas serán entonces el primer nivel. Las proteínas se diferencian entre si para realizar diferentes funciones. Con frecuencia, estas se asocian con otras proteínas en una relación de interdependencia para formar el siguiente nivel: las máquinas moleculares llamadas organelas. Las organelas se especializan en tareas específicas, y se asocian con otras organelas para formar células. En la actualidad hay individuos unicelulares, con existencia propia, pero el siguiente nivel involucra la especialización de células que realizan labores específicas, asociadas para formar órganos. Una población de células independientes, en los que encontramos especializaciones rudimentarias que asemejan un órgano rudimentario la podemos ver en los biofilms. Bien, los órganos se especializan y relacionan para formar individuos multicelulares (el siguiente nivel), los individuos se relacionan para formar comunidades, las comunidades se relacionan para formar ciudades, las ciudades forman estados, los estados forman comunidades de estados, las comunidades de estados forman la sociedad mundial, las sociedades de diferentes planetas (cuando los conquistemos y poblemos) formarán sociedades interplanetarias, etc. etc. Aunque aquí el concepto se utiliza basándonos en las comunidades humanas, se puede extrapolar para cualquier sistema vivo. De hecho, los ecosistemas son también sistemas complejos vivos.

Cada uno de esos niveles involucra un organismo por derecho propio, que seguirá las mismas leyes del crecimiento, merced de que el crecimiento hacia la complejidad obedece a causas económicas que dominan todos los niveles de complejidad. Diferentes sistemas vivos se traslapan, y un elemento puede formar parte de mas de un sistema vivo. Por ejemplo, el conjunto de nosotros, nuestra flora bacteriana y nuestra fauna microscópica, cada uno un sistema vivo complejo, se traslapa con el sistema completo (ecosistema) y se vuelve indiferenciable. Los organismos que llamaré “países-estado” se traslapan con los organismos “corporaciones internacionales”. De hecho, en la actualidad estamos viendo una tendencias de los segundos a aventajar a los primeros debido a la mejora en las comunicaciones entre individuos (elementos) distantes, lo que permite un crecimiento más acelerado. Bien, ahora que están claros los conceptos de “nivel” y “organismo”, definiré “sistema complejo”, y posteriormente “sistema complejo vivo”. Ponga atención particularmente a que mi concepto de “organismo” es muy diferente al de “individuo”.

Sistema complejo es aquel “compuesto por varias partes interconectadas o entrelazadas cuyos vínculos contienen información adicional y oculta al observador. Como resultado de las interacciones entre elementos, surgen propiedades nuevas que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados. Dichas propiedades se denominan propiedades emergentes”. Esta definición no es mía, es la que ofrece Wikipedia y me pareció bastante concisa y aceptable, y refiero al lector a esta enciclopedia en línea para una detallada descripción de las características de estos sistemas. La clave es la palabra “vínculos”, a los que en adelante me referiré como “relaciones”, que me parece más apropiada.

Definiré un “sistema complejo vivo” como aquel que cumple en todas sus partes la definición de sistema, pero que además sus elementos, o los elementos de alguno de sus niveles inferiores caen dentro de la definición convencional de organismo vivo (el “o” en negritas es a propósito). Además, un sistema complejo vivo es sinónimo de organismo, según mis definiciones. Este abordaje de los sistemas vivos no es novedoso, pero si lo es el considerar cada nivel como organismo, y en especial, las leyes generales del crecimiento, que expondré en una próxima entrada. Espero que mi amiga la Doctora Valladares, a quien le gusta que yo sea un “sistema vivo complejo payaso” no se haya aburrido tanto. Yo me voy a ¡tratar de conquistar al munnndo!!!

martes, 26 de mayo de 2009


De Sistemas Complejos, Entidades Malignas y la Segunda Ley

En un futuro no muy lejano, cada red de computadoras planetaria estará conectada a otras redes similares. Los seres humanos estarán conectados en tiempo real a la base de datos de esta enorme red de redes: la red recibirá entradas sobre el estado de cada persona, los medioambientes, el trafico en cada lugar, al igual que el interplanetario e intergaláctico, y realizará las decisiones necesarias para mantener un estado de homeostasis en la galaxia (y probablemente en gran parte del universo). El resultado será niveles de inteligencia y conciencia (hiper inteligencia e hiperconciencia) paulatinamente superiores (como si de un hipertallo cerebral se tratara) generando una voluntad superior que trascenderá los limites de nuestra imaginación actual.

Hace algún tiempo, una de mis alumnas (Diana), en la glamorosa, entretenida, carismática y excelentemente bien impartida pero nunca bien ponderada clase de Genética de la facultad de Medicina me preguntó: “Doctor, ¿que hay de cierto de que usted tiene 49 años?” Yo, que solo tengo 42, hice un puchero y pensé en la mejor manera de alterar negativamente su calificación. Luego caí en la cuenta de lo que pasaba (racionalización, diría Freud): para Diana, a su tierna edad de 18 o 19 años, la ancianidad comienza a los 40, así que para ella da lo mismo 42 o 49. Inferí que lo que realmente había pasado era que alguien le había comentado a Diana que el profesor de genética, que parece un pichón de 30, tiene en realidad más de 40. Yo le digo ahora: no Diana, no tengo un retrato como el de Dorian Gray, que envejece por mí. Es que la edad biológica no siempre concuerda con la cronológica: la primera será menor siempre y cuando se tenga una actividad atlética adecuada, dieta balanceada y (lo esencial) un acerbo genético fabulosamente privilegiado. Después de esta exuberante muestra de falta de modestia que bordea la megalomanía (narciso, diría un psiquiatra amigo mío) procedo al tema que me trae (aunque no lo crea, la actitud la aprendí de mi Pastor). Ah, y su usted cree que soy megalómano es porque no ha leído la columna de Paulo Coelho (con respeto y cariño).

Hace unos momentos busqué el significado de “flauta de Pan”, ya que mi hijo es aficionado a los instrumentos de viento y me preguntó qué significa la frase. En lo primero que pensé fue en unos ricos panes alargados que venden en una repostería de la ciudad, pero ante mi ignorancia decidí consultar la internet. Resulta que Pan era un pequeño ser de las profundidades de la tierra de la mitología griega, de donde se tomó la imagen que representaba al Diablo (Satanás, Belcebub, Caligastía, La Bestia o como quiera usted llamarle) ya que poseía cuernos (igual que un amigo mío), y le gustaba tomar mucho licor, tocar la flauta y corretear a las mujeres (igual que otro amigo). El hedónico personaje representaba todo lo opuesto a lo deseable para un cristiano. La flauta de Pan toma de él su nombre. Bien, ya salí de la duda.

Como lo que sigue a continuación es bien serio, le pido a mi amiga Doctora Valladares que me tenga paciencia, ya que dejaré la payasada por un momento. Quiero hablarles algo de mi hermenéutica. Como la complemento con explicaciones científicas racionales la llamo mi “hermenéutica científica”. En alguna ocasión he dicho que Dios no altera las Leyes creadas por Él mismo. Bien, no siempre es esto así. En determinados eventos Dios hace derroche de su poder en los llamados milagros. Algunas veces los médicos somos testigos de curaciones sin explicación, bien documentadas. Otras veces los creyentes somos testigos de sucesos improbables pero que ocurren en nuestro beneficio, o en beneficio de un grupo de personas y en tiempos relativamente cortos. Sea que ese poder esté dosificado utilizando la incertidumbre, o que se manifieste en un evento asombroso, la característica común es que actúa siempre en el aumento de la cohesión de los elementos, sean estos elementos partes constituyentes de nuestro cuerpo, elementos de la sociedad, etc.

He dicho anteriormente que los sistemas complejos constan de elementos, y, más importante aun, de relaciones entre estos elementos, invisibles a simple vista, pero que en conjunto forman un todo con propiedades particulares que hacen que el sistema adquiera las llamadas propiedades emergentes. Un grupo de proteínas actuando conjuntamente para realizar un trabajo (una holoenzima, por ejemplo) necesita que se forme un fuerte vinculo entre cada proteína. Este vínculo lo da la forma espacial (tridimensional) de las moléculas y las fuerzas electrostáticas, de manera que algunas regiones de la proteína son complementarias con regiones de otra proteína (esas regiones, en lenguaje técnico se denominan “dominios de unión a proteínas”). Los complejos de proteínas forman entonces pequeños pero complejos, potentes y eficientes motores moleculares.

Bien, las bacterias se relacionan unas con otras por medio de señales químicas (llamadas quimiotrópicas o quimiotaxicas), o directamente a través de un pelo sexual, transmitiéndose unas a otras fragmentos de ADN importantes para su supervivencia. Las células en los organismos multicelulares se comunican de diversas formas: directamente por medio de moléculas de adherencia o de la unión de receptores y ligandos, o a distancia por medio de substancias hormonales o de impulsos eléctricos. Sin duda, estas complejas relaciones forman un organismo con una individualidad definida, con un conjunto de propiedades y comportamiento que no puede reducirse al estudio de las células por si mismas.

Los individuos (hablaré de los humanos, pero muchas características son compartidas a lo largo de todo el reino animal, pero ese será el tema de otra entrada) se relacionan entre sí por medio de un intrincado y complejo código de interacción social. Ahora bien, la fuerza más potente de relación entre los individuos es el llamado amor. Esa fuerza, que todos conocemos pero que nadie puede definir con exactitud, es la que mantiene a las sociedades unidas como un todo. Indiscutiblemente hay otras fuerzas y relaciones, pero por mucho, el amor es la más potente.

¿Y que hay del mal? ¿Qué hay de las entidades malignas? Bien, tal vez existan en el mundo espiritual, pero este universo necesita poco de ellas. Basta con la omnipresente “Segunda Ley de la Termodinámica” para llevar a los sistemas complejos a la destrucción. ¿Qué es la segunda Ley? Aquella que predice que a usted le tomará toda la tarde arreglar el dormitorio que en solo 5 minutos desordenará su hija de 3 años; o la que hace que una población Japonesa, a la que la que el progreso tomó cientos o miles de años en formar, sea vaporizada en unos cuantos segundos; o la que hace que su cuerpo, una maravilla de ingeniería moldeada por millones de años de evolución, sea atacada por un cáncer. El cáncer en este caso, es una mutación aleatoria que desorganiza en un momento el genoma, que necesito cientos de millones de años en organizarse; o la que hace que en los gobiernos haya corrupción, en las ciudades crimen, en los países guerras, etc. La Segunda Ley es un concepto físico que predice que la energía organizada, aquella que sirve para crear trabajo y aumentar la complejidad, se termina perdiendo en forma de calor uniformemente distribuido, un tipo de energía que ya no sirve para nada. Entonces, a los agentes del lado oscuro les resulta fácil: solo un empujoncito, y ya.

Todos los acontecimientos mencionados son destructivos o disruptivos de los sistemas complejos de los que nosotros formamos parte. Pero ¿para qué guiaría o permitiría Dios la creación de sistemas complejos vivos, capaces de burlar (en apariencia) la segunda ley creciendo en niveles de progresiva complejidad? Bien, pues la respuesta, para mi, parece ser bastante obvia, y la expongo a continuación.

La segunda ley predice la muerte del universo. ¿De que manera? Los físicos dicen que depende de la cantidad de masa en el universo. Si esta es suficiente para frenar su expansión, el universo se extinguirá en un gigantesco Big Crunch, lo cual es opuesto al momento de la creación, o Big Bang. Si la masa es insuficiente, entonces el universo tendrá un final inerte, lleno de agujeros negros y calor, pero en cualquier caso el final es la muerte. Al ser los sistemas complejos capaces de contrarrestar la segunda ley, podremos (espero que nos toque a nosotros), eventualmente, en algún futuro, de tiempo difícil de determinar, al lograr comprender por entero las leyes que rigen el universo, desarrollar la tecnología para superar ese reto, salvando la preciosa creación de Dios (mis profesores me dijeron que pensara en grande ¿no?).

De allí es inmediato que toda intervención divina estará acorde con este plan cósmico, y cada uno de nosotros es parte, aunque muy pequeña, de ese plan perfecto y eterno. Es posible que el experimento del universo se haya realizado muchas veces, que en otras ocasiones no se haya desarrollado la vida por completo. En nuestro universo, aquí, ahora, tenemos la oportunidad de ser parte de ese grandioso plan, de ser puente entre generaciones, predecesores de una superraza humana, longeva, de inteligencia superior, de cualidades físicas inimaginables hoy en día, capaz de poblar otras galaxias y formar sistemas poblacionales intergalácticos con propiedades emergentes que incluirían una inteligencia que domine el universo y sus fuerzas. Dios nos ayuda en esa dirección. Desde luego, estamos limitados tanto física como temporalmente para comprender todo el panorama de eventos, y cuando hablo de limitación física, hablo de espacio como de escala. No podemos apreciar el panorama a escala cuántica ni a escala cósmica; nuestra limitación espacial nos permite analizar únicamente sucesos aislados. Esto nos hace pensar que algunas veces Dios no nos escucha, cuando lo que ocurre es que lo que pedimos no encaja en el rompecabezas que Dios está armando con nuestra ayuda. Esto no será así en niveles de gran complejidad. Los hiperorganismos serán capaces de vislumbrar esquemas a niveles galácticos, e incluso cósmicos, y realizar predicciones y simulaciones de escalas de tiempo enormes.

Para tan grande y titánica tarea (la conquista y salvación del universo), Dios, utilizando la evolución, dirigida por intervenciones breves, nos proveyó de dos herramientas esenciales: El intelecto, y la fe. El intelecto nos garantiza que encontraremos soluciones a cada problema, y la fe mueve la mano de Dios hacia una mayor complejidad. Einstein dijo: “la ciencia sin la religión (yo diría fe), es coja; la religión sin la ciencia, es ciega. Ambas, la religión como la fe, son propiedades emergentes de los sistemas complejos que llamamos “cerebros humanos”.

¿Cuál es nuestro papel entonces en nuestro limitado nivel de complejidad? Las enseñanzas de Jesús (sobre el reino en la tierra) van encaminadas a la comunión y el acercamiento de los seres humanos con Dios, y los unos con los otros. En una iglesia unida, la oración de fe es muy poderosa. Aunque siempre habrá diferencias entre las personas, en la oración congregacional se produce un poderoso vector de fe en la dirección del propósito de Dios. Las escrituras instruyen a los creyentes a ser luz en un mundo de oscuridad. Desde luego, al ser esta verdad revelada no necesita demostración científica; sin embargo este es un modesto intento de darle algún tipo de explicación (ahora sí, humilde ¿verdad?). En próximas entradas describiré mi teoría de los sistemas complejos vivos, y como ya me intimidó la grandeza del universo, me limitaré por el momento a tratar de conquistar al mundo. El universo, luego veremos.

Sobre la cuarta urna y los grupos de poder

Alguien me está ganando en mi carrera por conquistar al mundo: se llama “Wolfram Alfa”. Es un buscador de internet inteligente, pero ummmm es más inteligente de lo que pensé. Wolfram Alfa cree que me ganará solo porque su inventor publicó su primer artículo sobre física de partículas a los 16 años. Bueno, algo se me ocurrirá. Hoy tengo ganas de hablarles un poco de política, porque ningún ratón que se precie de querer conquistar al mundo puede dejar de decir algo de política y de futbol.

El día de hoy he escuchado hablar a algunos eminentes periodistas de nuestro país, quienes han defendido la libertad de expresión, que es representada por la llamada “prensa independiente” y que en la actualidad se ve amenazada por el afán de continuismo político del gobierno de turno. Casualmente, dos periodistas se encuentran en estos momentos secuestrados (no digo que ambas cosas están relacionadas. Como científico necesitaría evidencias para confirmarlo). Estos sucesos me hacen recordar los ataques contra la Prensa libre de parte del Presidente Chávez. De hecho, algunos sucesos actuales del país son una reminiscencia de los acaecidos en Venezuela hace algunos años.

Ahora bien, hace unos momentos leí en un libro del historiador alemán Paul H. Koch, titulado La Historia Oculta del Mundo, cuyo tema es la teoría de la conspiración y las sociedades secretas, una historia sobre un periodista de nombre John Winton, jefe de redacción del New York Times por muchos años. En su fiesta de despedida por su jubilación, alguien levantó la copa y dijo: “por la independencia de la Prensa,” a lo que Winton respondió (lo transcribo textualmente): “No existe una prensa independiente, a no ser en una pequeña ciudad de provincias: ustedes lo saben y yo lo sé. No hay ni uno solo entre ustedes que ose escribir su honesta opinión y, si lo hiciera, saben de sobra que su texto jamás será publicado. El oficio de periodista en Nueva York, y en toda América, consiste en destruir la verdad, en mentir abiertamente, en pervertir, en envilecer. ¿Qué locura es esa de beber a la salud de la prensa independiente? Somos herramientas y criados de hombres ricos que se ubican tras bambalinas. Somos unos polichinelas: ellos tiran de los hilos y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son propiedad de otros hombres. Somos unos prostitutos espirituales.” Desde luego, Winton se estaba jubilando y sus palabras, las que calló por tanto tiempo, ya no tendrían mucha repercusión en su trabajo.


Estas palabras dichas por un jefe de redacción de uno de los periódicos más prestigiosos del mundo me impactaron. Yo tengo algunos amigos periodistas a quien tengo un aprecio entrañable. Yo les pregunto: ¿es cierto eso? Porque de ser así, entonces, ¿Quién podrá defendernos? ¿Los reportajes, de verdad, no son la opinión sincera de ustedes sino la de instituciones o grupos de personas con intereses particulares, arreglada de tal manera que luzca atractiva a la audiencia? Eso me asusta sobremanera. Desearía que eso no fuera cierto para nuestro país.

Ahora, déjenme decirles que no se necesita ser un ratón genio como yo para saber que Honduras NO necesita un cambio en la constitución. Los problemas de Honduras son enormes como para distraerse con nimiedades que solo interesa a un grupo de burócratas en Tegucigalpa. Para la mayoría de las personas, el que cambien la Constitución o no la cambien, el que haya o no haya cuarta urna, DA LO MISMO. Igual seguirá la mayoría de la población en el nivel de pobreza extrema, igual no se apoyará el desarrollo y avance de la ciencia (yo mismo he sufrido en carne propia la indiferencia de las instituciones a la investigación científica), igual continuaran los alarmantemente altos índices de corrupción. Lo que Honduras necesita es reinventar por completo sus instituciones. La Universidad, que la cierren y la reinventen. Las mentes jóvenes que luchan por abrirse paso en la vida deseando una educación superior, perderán menos tiempo. Las instituciones que han sido atacadas inmisericordemente por la segunda ley de la termodinámica, es más fácil, y económicamente más factible, rediseñarlas y reconstruirlas, que intentar arreglarlas con parches.

Escuchaba un anuncio publicitario del Gobierno de la República sobre la cuarta urna. En el, una mujer dice: “yo estoy con la cuarta urna, porque quiero decidir como quiero vivir”. Já, ¿decidir como quiero vivir? ¿Usted cree que algún día se realizará un plebiscito para consultarle al pueblo (por ejemplo) si quiere que la educación pública sea bilingüe? ¿O sobre cualquier asunto que de verdad influya sobre la forma de vida de la gente? ¿Usted cree que el hondureño promedio decidirá, haya o no haya cuarta urna, en el futuro inmediato, como quiere vivir? Lo único que decide es si se va o no se va mojado para Estados Unidos. No se si habrá algún iluso que crea que las palabras de ese anuncio son ciertas, pero supongo que si lo hay.

Ahora bien, ¿no es también acaso continuismo el hecho de que existe una brecha insalvable entre la clase privilegiada de este país y los más pobres, y que NINGÚN gobierno por venir ofrezca soluciones claras y realistas, y que lejos de esto se interesen en mantener el status quo de una elite privilegiada? ¿No es acaso el status quo una forma de continuismo? El Gobierno de turno, ni corto ni perezoso, solo está aprovechando la situación.

Como tuve la oportunidad de estudiar en nuestra hermana república de Colombia, pude comparar su cultura con la nuestra. En ese país, las mejores escuelas son las públicas, por lo que todos los niños tienen acceso a una educación de calidad. En nuestro país, a la educación deficiente de la mayoría de las escuelas públicas se le suma la falta de clases por las numerosas huelgas que se repiten año con año. Díganme ustedes, ¿Cómo va a competir en el futuro ruedo laboral un niño con recursos que apenas alcanzan para comprar un par de cuadernos, que asiste a pocas clases en el año, con aquellos que tienen acceso a una educación bilingüe de primera? Desde la tierna infancia el futuro está marcado. Lo que debemos hacer es reinventar, rediseñar, reconstruir el Magisterio en Honduras. ¿Por qué no ocupamos nuestro tiempo en la discusión permanente de cómo solucionar estos y otros problemas apremiantes de nuestra sociedad? Le diré por qué: Todo es cuestión de poder (dulce poder): Por ejemplo, en la actualidad hay dos grupos disputándose el poder 1) el Gobierno de turno (de hecho, no es el Gobierno, es un grupo de poder tras este) buscando el continuismo político, quien tarde o temprano, de lograrlo, comenzará a expropiar bienes privados que pasarán al grupo de poder tras bambalinas, y 2) los grupos de poder privilegiados actuales, como algunos medios de comunicación y otros a quienes interesa el status quo. Esto es más claro que el agua, pero la discusión la arreglan con frases bonitas y palabras altisonantes: que defendiendo la constitución, que los artículos pétreos, que los derechos del pueblo, que la democracia, que la libre expresión. A ambos bandos les importa un bledo el bienestar de las mayorías. En medio de esta lucha de poder está el resto de nosotros, quienes nos dejamos hipnotizar por tal circo retórico.

Últimamente he conversado con algunas personas sobre su opinión respecto a si habrá o no continuismo político. La respuesta, invariablemente, es que en este país los grupos poderosos actuales son tan poderosos que no permitirán que eso suceda. Aparentemente esta es una opinión generalizada. Ahora pregunto yo: si los grupos de poder en Honduras son tan poderosos ¿por qué no han hecho nada para que se mejore (entre otras cosas) la educación pública? Hay dos respuestas posibles: 1) como los hijos de los poderosos asisten a escuelas bilingües de primera categoría del país o del extranjero, tienen acceso a los mejores servicios de salud etc. simplemente les importa un pepino, o como dice mi madre, un soberano cacahuate. O 2) les interesa que la gente siga sumida en la ignorancia y el analfabetismo, de tal forma que puedan ser convencidos y manipulados con frasecitas mentirosas pero elegantes y a simple vista convincentes.

¿Cómo es posible que en un país en el que todavía se mueren los niños de desnutrición se hable solo de la cuarta urna y de futbol? ¿Estamos tan idiotizados? Afortunadamente, la tecnología moderna permite que el poder se descentralice un poco. De esa manera, yo puedo verter mis opiniones en este blog. La frase en inglés se oiría más bonita, y no se si está acuñada, pero yo la llamaría: Empowerment of the Common Man (tal vez la leí en alguna parte). ¿Ven? Yo puedo hacer eso porque tuve la dicha de estudiar en una escuela bilingüe (bueno, además soy ratón genio, ¿recuerdan?). Mis preciados amigos, mejor termino ya antes de meterme en problemas, y me voy a ¡tratar de conquistar al mundo!

sábado, 23 de mayo de 2009


Piedrecilla de Colores, Pastillitas Azules y Sistemas Complejos Vivientes

Notarán que cambié el tamaño y el estilo de la letra en esta entrada, y eso es porque mi esposa, que es detallista, me dijo que debía ser más llamativo. Y es que las mujeres son superiores a nosotros los hombres en ese aspecto. Si el hombre va a comprar un carro, se fija en lo fuerte de la carrocería, en la relación de los ejes, la potencia entregada por el motor, el torque etc. La mujer es la que decide si será azulito, fucsia o lila. No se si la psicobiología tendrá una explicación para tal grado de detallismo, pero la mía es la siguiente: durante los miles de años como recolectoras, las mujeres debían encontrar una gran cantidad y diversidad de semillas para mantener una dieta balanceada en su familia. Tal actividad era grupal, ya que las que tenían hijos pequeños necesitaban la ayuda de otras mujeres para atenderlos. Como el acerbo genético familiar era favorecido por tal comportamiento gregario, este se fue difundiendo más y más (advierta como van hasta al baño juntas). Pero también debían desarrollar la habilidad de separar las semillitas nutritivas de aquellas tóxicas, que ponían dentro de su gran bolsa (la versión moderna es la gigantesca cartera marca Xoxo o Nine West), donde además cargaban los implementos para limpiar al bebé cuando hacía sus necesidades fisiológicas excretorias, achiote u otra planta que se aplicaban en el rostro para lucir bien ante el marido (así cuando este llegara de la cacería le cedería una buena pieza de mamut), y algunas herramientas (gata hidráulica, juego completo de desarmadores, y cosas por el estilo). Debido al peso de la gran bolsa y del niño, que debían cargar en todo momento, evolucionaron hasta nuestros días para ser el sexo fuerte. Usualmente, al llegar los machos de la cacería los doblegaban por completo.

La clave del detallismo radica en la separación de las semillas tóxicas de las nutritivas, las cuales debía diferenciar con sumo detalle. Si la mujer se confundía corría el riesgo de que su niño muriera envenenado, por lo que los genes del detallismo fueron acarreados por los niños sobrevivientes. Mientras recolectaban semillitas, encontraban alguna piedrita de colores, la que también ponían en su titánica bolsa. Las piedrecillas de colores fueron un factor más para aumentar el comportamiento gregario: después de la recolección se sentaban todas a examinar las lindas y bellas piedrecillas que habían recolectado durante el día, con las que se fabricaban adornos corporales de todo tipo. Aun en la actualidad se puede ver como las piedrecillas hipnotizan a las mujeres. De ese punto a escoger el color del taparrabo del macho para que le combinara con la lanza solo hubo un paso. Mientras tanto, el macho indómito, impregnado de sus potentes hormonas masculinas, andaba de caza con sus herramientas y armas colgadas en el cinturón del taparrabo. Espero que esta explicación satisfaga a psicobiologos y antropólogos, aunque es inevitablemente de naturaleza especulativa.

El día de ayer me llamó una doctora amiga y me dijo que una de las entradas de este blog le había parecido aburridísima. Me dijo que había pasado muy bruscamente de la payasada a la seriedad y no había siquiera terminado de leerla de tan seria que le pareció. Luego me dijo un amigo que por qué tanta payasada, como se podía ser tan cómico en un tema tan serio. Yo me vi entonces, como organismo de decisiones binarias, enfrentado al dilema: ¿Ser o no ser (payaso, en este caso)? Bien, intentaré ser más serio en lo sucesivo, aunque no prometo nada.

El tema de esta entrada es mostrar al mundo algo que he descubierto (creo) y que revolucionará las ciencias biológicas, sociológicas, políticas y económicas (esto es bien en serio). Es probable que en el año 2100 alguien redescubra este blog. Para ese entonces, la medicina regenerativa habrá avanzado tanto que yo seré un jovencito de 133 años; es decir, ya tendré la edad suficiente para que me nominen para el premio Nobel, pero con la lozanía de la juventud. A propósito, todos sabemos que el Dr. Salvador Moncada se merecía ganarlo en el 99. Gracias a sus investigaciones pudimos darnos cuenta de que el famoso factor endotelial era realmente el Óxido nítrico, lo que condujo posteriormente al invento de la famosa pastillita azul, gracias a la cual muchos machos garañones de 90 años hoy se pueden casar con jovencitas de 18 solo por amor, lo que hace que la longevidad valga la pena. Extrañas conexiones de la ciencia.

Bien, prosigo con mis descubrimientos (muy serios, repito), que están basados en los siguientes hechos.

1) La Teoría de la Evolución de Darwin es una maravilla explicando la manera en cómo los organismos evolucionan hacia nuevas formas y hacia la diversidad, cada vez mayor. La nueva síntesis vino a complementar los vacíos en cuanto a la fuente de la variación de la cual se vale la selección natural (los genes, y el ADN en general). El problema es que la Teoría de la Evolución no ofrece una explicación de el por qué los seres vivos evolucionan hacia una mayor complejidad.

2) La teoría de los sistemas complejos describe aquellos sistemas alejados del equilibrio termodinámico en los que los elementos, en determinadas condiciones, adquieren un comportamiento de grupo con propiedades emergentes que no pueden reducirse a los componentes individuales. El problema es que los físicos que estudian este tipo de sistemas meten dentro de esta categoría una gran cantidad de objetos, que abarcan todas las disciplinas científicas (como por ejemplo, la superconductividad y el condensado de Bose-Einstein, etc.). La vida (en todas sus formas y manifestaciones) es un sistema alejado del equilibrio, pero con características especiales. Y la vida se manifiesta en múltiples niveles de complejidad, todos los cuales siguen un comportamiento similar y por lo tanto, es factible establecer un cuerpo teórico para su generalización.

3) El diseño inteligente es una corriente de la biología que ha tomado mucho auge entre el público creyente de los Estados Unidos, pero no ha tenido mucho impacto en la comunidad científica. Esto es porque los científicos no se tragan el cuento de las “estructuras fundamentalmente irreducibles”, como si fueran relojes fabricados por un relojero. Si usted no supiera nada sobre el cuerpo humano, al ver nuestra estructura (¿ha visto como tenemos lo que parecen costuritas por todos lados?) pensaría también que un ser humano es “irreducible” y que por tanto fuimos creados tal cual. Pero creo que el Dr. Behe (máximo exponente del diseño inteligente) tiene razón cuando dice que los tiempos en los que las estructuras han evolucionado son muy cortos para las maravillas de ingeniería implicadas en los organismos vivos.

4) La corriente de la genética llamada “epigenética” que, entre otras cosas, ha descubierto que los organismos responden al medio ambiente manifestando lo que serían fenotipos adaptativos en generaciones posteriores.

Pues bien, lo que hice fue tomar los incisos 1 y 2, y con ellos formé mi Teoría de la Evolución de los Sistemas Vivientes hacia la Complejidad. En inglés sonaría más bonito: Theory of Evolution of Living Systems towards Complexity. ¿Que les parece? ¡Ajá, algún día lo miraré escrito en la portada de Nature, o de Science!

Lo que hice después resultará más interesante para los creyentes. Tomé mi teoría, le añadí los elementos de los incisos 3 y 4 y dilucidé una manera plausible en la que Dios dirige y orquesta todo el mecanismo de evolución hacia el cumplimiento de su propósito para nosotros en este universo: conquistarlo con un conocimiento tecnológico avanzado del que aun no tenemos ni sospechas, finalmente contrarrestando la segunda ley, la formación de agujeros negros y todo eso que anticipa la muerte segura del universo, de su creación. Pero eso no se podría hacer sin los amados sistemas complejos vivos de Dios. Recuerde que Dios hizo el universo con sus leyes para ser respetadas aun por El mismo (el adagio aquel que dice “las Leyes son para romperlas” debe ser hondureño), por lo que necesita de nosotros para salvar a su universo, y su actuación en nuestra ayuda deberá ser sutil y en cierta medida, subrepticia. Por eso lo percibimos solo los creyentes (no hablo aquí, desde luego, del mundo espiritual. Ese es otro tema). Una implicación de esto es que no somos únicos (ni en el universo ni en la Tierra).

En los siguientes ensayos expondré paso a paso mi teoría. Intentaré hacerla lo más sencilla y digerible posible, porque como recordarán, este blog está escrito tanto para periodistas, abogados, ingenieros, médicos, biomédicos, biólogos, filósosfos, etc., como para el hombre aciencio o inciencio (ambos términos definidos en: “Sobre la Epistemología de la Teleología, o ¿Qué rayos hago yo aquí?” de este blog”.

Después de reflexionar durante algunos años sobre el tema, me encontraba en mi Iglesia conversando con mi buen amigo Carlos, quien es un hombre con un profundo entendimiento de las escrituras. De pronto, en un instante de revelación, me le quedé viendo fijamente a los ojos y con voz de trueno y mirada de profeta le dije: “Dios actúa sobre los sistemas”. Carlos me quedó viendo como si yo acabara de bajar de alguna nave espacial interplanetaria venida de los confines de la galaxia y me dijo: “el trato de Dios es personal”, seguidamente se dio la vuelta y se fue. Yo me quedé triste, sintiéndome un incomprendido de mi tiempo. Lo bueno es que hoy si, ya dilucidé la forma de conquistar al mundo. Tengo un plan, y se basa en los sistemas complejos. Que pasa buen día.

miércoles, 20 de mayo de 2009


Del propósito de Dios o ¿Tiene Dios un Dios?


Cañon del Colorado, Río, Montaña rocosa

Edwin Francisco Herrera Paz

Últimamente he gastado una gran cantidad de tiempo intentando dilucidar el por qué estamos en este mundo, qué es lo que quiere Dios que hagamos los seres humanos, para qué tanto problema en crear algo tan complicado, caído e imperfecto (con excepciones, repito) como un ser humano, y cosas por el estilo, que de tanto pensar me he distraído en mi propósito de conquistar al mundo. Lo bueno es que creo que ya lo tengo dilucidado; el problema es que la emoción de haberlo descubierto hace que se me desborden las ideas y no se por donde comenzar. Bien, ya se, comenzaré con los sistemas complejos, entre los cuales los seres vivos somos los reyes (a propósito, los sistemas más complejos, misteriosos, inescrutables, inexpugnables, indescifrables, impredecibles, inentendibles y bonitos que conozco son las mujeres, mi esposa incluida pa que no se enoje).


Haciendo un paréntesis, un buen amigo me escribió recientemente preguntándome que qué creía yo: ¿Dios es ateo? El argumento es que, los Mayas, Aztecas etc. eran politeístas, pero los europeos nos vendieron el monoteísmo. Si Dios es único y no tiene a quien adorar, entonces es ateo. 

Indígenas, sacrificios humanos
La pregunta es capciosa (me hizo acordarme de mi profesor de Medicina Legal en Tegucigalpa, muy conocido, por cierto), ya que se basa en lo siguiente: Si el universo es extremadamente complejo y fue creado por Dios, entonces ¿Quién creo a Dios, un ser más complejo que el universo? Con esto vienen otras preguntas: ¿Hay un superdios arriba de Dios? Entonces, debe haber otro por arriba de este y así, infinitamente llegando a un número infinito de deidades con un poder infinito creciente, lo cual trae a colación el problema de los infinitos: ¿Que es más: infinito o 2 por infinito? ¿Y si multiplicamos infinito por infinito, es decir infinito cuadrado? 

Aunque parezca mentira matemáticamente hay infinitos que son más que otros infinitos. Por ejemplo, el infinito de los números reales será mayor que el infinito de los números enteros, ya que entre dos enteros habrá un número infinito de números reales. Ahora bien, el argumento de que Dios no debe existir puesto que es más complejo que su creación se basa en el principio de la navaja de Occam, que básicamente dice que entre dos posibilidades, la más probable es la más simple, o en buen latín, entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (no ha de presumirse de la existencia de más cosas que las que son absolutamente necesarias). 

Rasuradora, Afeitar
Es decir, entre la posibilidad de un universo complejo con un Dios creador mucho más complejo, y un universo autoorganizado y autocreado (y ya) debemos quedarnos con la segunda. El problema es que en estos casos la navaja de Occam falla. Por ejemplo: Entre un universo complejísimo y otro en el que no hay nada (o sea, no hay espacio, ni tiempo, ni usted, ni yo, ni la Máquina vs. El León, ni Hablemos Claro, ni Sábados Gigantes, ni nada) la navaja de Occam nos dice que la segunda posibilidad es la que más probablemente sea cierta. Sabemos que la segunda no es cierta puesto que existimos (y también el Presidente Mel Zelaya, la cuarta urna, los sindicalistas, los conductores de rapidito y cosas por el estilo), o, como pensamos, debemos existir (según Renato Descartes) en algún ámbito. Al menos pensamos que existimos, que ya es algo.

lavabo, chorro, grifo, higiene
Para lavarme las manos, le dije a mi amigo que todo este asunto es epistemológico, lo cual quiere decir en castellano decente que mi posición oficial respecto al tema es de una infinita ignorancia. Buena salida, ¿no? Así somos los médicos. A veces nos pasa cuando se nos escapa un diagnóstico: siempre buscamos una salida digna con alguna combinación de palabras difíciles, como “efecto colateral idiopático” cuando no sabemos por qué rayos le hizo daño la medicina al paciente., etc.

De tanto desvarío ya me olvidé de nuestro propósito en la tierra, así que seguiré pensando, o mejor me pongo a trabajar para poder conquistar al mundo (o por lo menos para comprarme una computadora ya que esta se me traba). Que tenga buen día.

martes, 19 de mayo de 2009


Sobre la epistemología de la teleología, o ¿Que rayos hago yo aquí?



Edwin Francisco Herrera Paz
Los seres humanos (y algunos ratones) estamos diseñados para esperar siempre algo por lo que hacemos, es decir, estamos orientados a objetivos (mi objetivo, por ejemplo, es conquistar el mundo), lo cual es el resultado de muchos años de selección natural. Si somos cazadores, tomamos la lanza, nos vamos con nuestro equipo con el objetivo de cazar al mamut. La lanza, y el hecho de unirse a un equipo tienen un propósito: alimentarnos a nosotros y nuestras familias. La versión moderna sería tomar la pelota y unirnos al equipo de futbol. El propósito: pasar un tiempo divertido, desahogar un poco nuestras hormonas (testosterona y DHT) de macho indómito (catarsis, diría Sigmund Freud), satisfaciendo nuestro instinto de caza, y el galardón: los goles. Si el partido de futbol es entre damas, el propósito es diferente: la convivencia y la tertulia mientras juegan. No falta alguna que patee la pelota al mismo tiempo que se maquilla. En serio, ¿han visto un partido de futbol femenino? Todas (las 22) corren juntas detrás de la pelota. Y es que esto es el producto de miles de años como recolectores, en donde la convivencia en grupo para criar a los niños y realizar la labor de recolección era esencial (como ven estoy dispuesto a ser martirizado por el feminismo en pos de la ciencia).
Si trabajamos, el propósito es sobrevivir, o ganar algo extra para satisfacer nuestros extravagantes gustos de divo(a). Si hacemos el amor, matamos 2 pájaros de un tiro: hacemos bebés a la vez que satisfacemos nuestros impulsos lúdicos. Hablando de esto último, como médico me he podido dar cuenta de que es mucho más probable que se forme el bebé si se hace por el juego en sí, que si se hace para traer el bebé al mundo. Si no mire usted la cantidad de embarazos no deseados, y cuando se desea mucho el embarazo, no hay embarazo. Parece contradictorio, ¿no es así? Parece ser que cuando el embarazo se busca desesperadamente, la diversión se olvida y, al parecer, la fertilidad mejora con la diversión. En esto se basan los especialistas en fertilización in vitro para pagar la cuota de su nueva casa en esa colonia lujosa (los médicos estamos llenos de trucos para pagar las cuotas atrasadas, por lo que algunos nos consideran seres superiores, superados en ese aspecto solo por los abogados). Le enseñan a la pareja, diz que para aumentar la probabilidad de salir embarazada, que a tomarse la temperatura a diario, que quedarse acostada después del juego, que inclinar la cama quedando con la cabeza para abajo al estilo murciélago, etc. etc. Cuando todo esto falla (amárrese el bolsillo), la única solución es la fertilización in vitro y el transporte de óvulos fecundados. ¿El resultado? Miles de embriones congelados solo en Estados Unidos, los que serán probablemente descartados, aunque este hecho podría tener como propósito ayudar a la investigación de células madre, pero ese es otro tema. ¿Ya ve? Disfrute la experiencia lo más que pueda, olvídese del asunto, saldrá embarazada y protegerá sus finanzas.
Volviendo al tema que nos compete, si escribimos, lo hacemos para que nuestros amigos nos quieran (según Gabriel García Márquez). En fin, no es difícil darse cuenta de que el ser humano funciona cumpliendo pequeños objetivos, marcados por nuestras pulsiones o, en palabras de Freud, la sublimación de estas pulsiones hacia propósitos superiores.
Una cosa muy diferente es analizar nuestra existencia tomando en cuenta que tenemos un propósito eterno, que estamos en los planes de nuestro creador, que venimos a la tierra para formar parte de un gran rompecabezas que nuestro Dios está armando, con un propósito más allá de nuestra comprensión. Muchos teólogos y filósofos de la ciencia se refieren a este fin último como que es esencialmente “epistemológico”, que significa que hay un límite en el conocimiento humano, que hay cosas que no se pueden saber o conocer porque están más allá de cualquier razonamiento o fuera del alcance de cualquier tecnología que pudiéramos inventar. En otras palabras, epistemológico es una palabra rimbombante, elegante, altisonante y resonante que se utiliza para referirse a la más absoluta y eterna ignorancia. Y a propósito de palabras altisonantes, leí hace poco un artículo del año pasado en la que probablemente sea la revista científica más prestigiosa del mundo (Nature), en donde claramente se instruye a los lectores (creo que con el afán de que los científicos continúen inalcanzables en su inexpugnable fortaleza de la ciencia) a cambiar su vocabulario: para referirse a “un montón de libros” (o a todos los libros del mundo) y siguiendo la moda de la genómica, se deberá usar el término bibliómica; en lugar de decir clonación (eso es para el vulgo) se deberá decir “transporte nuclear de células somáticas”, etc., etc. Así, realizando estos cambios nuestra labor podrá continuar siendo “epistemológica” para el “aciencio” o “inciencio” (ambos términos acuñados por mi para referirme a aquel individuo que desconoce la existencia de la ciencia, y a aquel que la conoce pero no la practica, respectivamente) mortal común.
Retomando el tema, si hay un propósito eterno y nosotros, mortales simples, imperfectos (con la excepción de algunas bonitas actrices de cine), infinitamente limitados en tiempo y espacio, y además con libre albedrío, entonces Dios tiene que estar actuando constantemente para corregir nuestros desaciertos, aumentar la complejidad de los sistemas, y encima de esto satisfacer nuestras demandas, aquello que pedimos mediante la oración de fe. Naturalmente, la labor de ingeniería necesaria para armar el rompecabezas (ya que los propósitos eternos no son siempre compatibles con nuestros deseos) es monumental y formidable, y de hecho inimaginable e inentendible (epistemológica) y solo puede ser realizada por un ser omnisciente, omnipresente y omnipotente (el uso del término totipotente lo limitaremos a las células madre). Pero entonces, nuestro Dios es un Dios teísta, que tiene que interferir con los asuntos de este mundo constantemente. Tradicionalmente, esta cosmovisión no ha sido tomada muy en serio por la ciencia, y me extenderé un poco más en esto.
Históricamente, la ciencia surgió en Europa como un movimiento revolucionario. Este movimiento, al combatir algunos dogmas errados de la iglesia demostraba ser mucho más convincente en la descripción del mundo que esta, por lo que la actitud revolucionaria se extrapoló a todas las doctrinas eclesiásticas del momento. Así, mientras el individuo medieval consideraba que venía a este mundo con un propósito definido, la ciencia en la época del iluminismo acabó con este “mito”, y con otros, como por ejemplo la intervención divina en los asuntos del hombre y el libre albedrío. El enfrentamiento con la iglesia provocó, en el medio científico, que se aceptaran aquellas teorías que se opusieran a la doctrina eclesiástica y se descartaran aquellas que podían estar, en determinada manera, de acuerdo con la fe cristiana (o de otra denominación), todo esto, desde luego, de manera sutil.
Los eminentes físicos, David Bohm y David Peat, explican en su libro, Ciencia, Orden y Creatividad, como en el siglo XIX la mecánica Newtoniana, la cual es absolutamente determinista y describe el movimiento en pasos sucesivos de tiempo infinitesimal, desplazó a la teoría de Hamilton-Jacobi, en la que el movimiento puede estudiarse como una onda (a partir de una integral llamada Lagrangian), y en la cual puede apreciarse un atisbo de finalidad o propósito. Ambas explicaciones del movimiento son adecuadas para la resolución de problemas prácticos (una condición necesaria y suficiente para ser aceptada por la ciencia positivista), pero la mecánica de Newton logró establecerse como el cuerpo teórico por excelencia para la explicación del movimiento. La postura antieclesiástica, reduccionista y determinista orientó a la ciencia de la época precedente al siglo XX a un mecanicismo casi absoluto, siendo a menudo citado como el pináculo de esta visión un comentario realizado por el entonces eminente científico y filósofo de la ciencia Marqués de Laplace. Lo que Laplace refirió fue más o menos esto: “Si un ser omnisciente pudiera conocer la velocidad, posición y dirección de todas las partículas del universo en un tiempo A, entonces podría conocer la velocidad, posición y dirección de todas las partículas del universo en un tiempo B futuro, ya que todo estado futuro depende del estado presente.” En un universo así, obviamente, no puede haber libre albedrío, ni ingerencia de parte de Dios en los asuntos humanos, ni propósito. Si el futuro está todo determinado por el estado presente ¿Qué diferencia voy a hacer yo? Todo lo que yo haga ya habrá sido predeterminado, no seré responsable de mis acciones puesto que estas dependen de una serie de reacciones químicas cerebrales que están determinadas por estados anteriores, y no puedo hacer nada para cambiar un futuro ya determinado. Aunque esta manera de pensar no elimina la posibilidad de la existencia de Dios (todavía es posible la existencia de un Dios creador) este no tiene ingerencia en los asuntos del hombre. Lamentablemente esta filosofía surgida de dogmas científicos permeó los círculos intelectuales de su tiempo.
Por suerte para los creyentes, el siglo XX trajo consigo un cambio radical de apreciar el mundo. Este cambio llegó bajo 2 denominaciones: La relatividad (especial y general), y la física cuántica, la primera personificada por Albert Einstein, y la segunda por un grupo de físicos teóricos entre los que se destacan Heisenberg, Shrodinger y Bhor. Particularmente la física cuántica presenta desafíos extremos para la mente de los físicos, ya que el mundo del tamaño de partículas subatómicas se comporta de manera que nos parece loca y que no encaja en las experiencias de nuestra vida cotidiana. ¿Puede usted explicarse como un objeto puede ser onda y partícula a la vez? Ni chicha ni limonada, diría mi abuelita. ¿Cómo puede explicarse que un electrón no tenga una posición definida, sino muchas posiciones siguiendo una distribución probabilística y no determinística? Eso equivaldría a decir en el macromundo cotidiano, que usted está tanto en su trabajo como en su casa, al mismo tiempo, y además en otros muchos sitios intermedios distribuidos probabilísticamente (debido al tiempo limitado y la demanda de la vida moderna, a veces me gustaría ser cuántico). Nosotros, seres binarios por naturaleza (ver ensayo anterior en este blog: De células, no células y células madre) no podemos comprender estos hechos intuitivamente, pero no son del dominio de la epistemología ya que pueden ser descritos con ecuaciones. De un plumazo, la física, la madre de las ciencias, se volvió probabilística en esencia, dejando campo para aquellos asuntos que la física precedente había desdeñado.
Ya me he referido a como la llamada Ley de incertidumbre de Heisenberg asegura que el universo es determinista en un 50%, por lo que queda un 50% de margen para la actuación de Dios (ver: La fe y la nueva física). No hay necesidad de que Dios actué en todo ese 50%, aunque esto asegura un rango considerable de actuación. Basta, como expliqué, pequeñas perturbaciones que pasarían inadvertidas para los aparatos de medición (Dios no altera frecuentemente el orden creado por El), pero que harían una gran diferencia para el creyente, amplificándose estas señales en el tiempo para que resulten en el estado correcto, deseado por Dios para bendecirnos y a la vez, cumplir sus propósitos eternos. Si usted es un creyente comprometido, ha orado con fe y ve cumplidas sus oraciones, probablemente estará de acuerdo conmigo en el hecho de que sus peticiones son contestadas en una mayor cantidad de veces que lo esperado por azar. No he realizado los cálculos probabilísticos que serían de rigor científico, pero puedo asegurar que las ocasiones en las que mis oraciones son contestadas, y aquellas en las que lo que sucede a mi alrededor es de bendición, son abrumadoramente abundantes. Si usted no es creyente, no sabrá de lo que estoy hablando, y si usted además es físico, lo siento, sus instrumentos nunca lo podrán confirmar. Todavía queda la posibilidad de estudiar los milagros, digamos, las curaciones sin explicación médica, y determinar si son más frecuentes en personas de fe, pero la imposibilidad de controlar la variable independiente (¿Cómo mide la fe?) hará que la labor sea, con mucha probabilidad, infructuosa.
He aquí una humilde interpretación de lo que es (solo una parte de) el propósito de Dios para nosotros en esta tierra: Dios quiere que señoreemos, que conquistemos, que salgamos de la tierra a dominar otros mundos, que desarrollemos la ciencia y a la vez la fe, que dominemos las fuerzas de la naturaleza, incluyendo la segunda ley de la termodinámica que predice la muerte del universo, y que lo hagamos con responsabilidad, siempre para beneficiar a la colectividad antes que a nosotros mismos, respetando nuestro medioambiente y otras formas de vida. Para eso diseñó la manera de hacer que la materia inanimada se tornara en sistemas complejos, alejados del equilibrio termodinámico, autoorganizados, flexibles, autorreproducibles y de complejidad inigualable, y finalmente capaces de pensar, abstraer y alterar el entorno. Siempre que Dios se encuentra con el dilema (si Dios tuviera dilemas) de favorecer nuestras peticiones o favorecer el crecimiento de los sistemas para este propósito, su balanza se inclinará en nuestra contra. Por eso las escrituras, por eso las enseñanzas, por eso lo de amarnos los unos a los otros, para que nuestros propósitos siempre estén acordes con los de El, y así en esa obediencia, en ese caminar con Dios, podamos ser bendecidos.
¿Sabía usted que el propósito (ya sea eterno o terrenal) también tiene un nombre rimbombante? Se le llama “teleología”. Por el momento, mi propósito es conquistar el mundo. Que tenga buen día.

domingo, 17 de mayo de 2009


De células, no células, y células madre

Ser o no ser: esa el la cuestión (William Shakespeare en Hamlet)

No es fácil conquistar al mundo, ya sea que el que lo intente sea ratón o humano. Solo se que, para el que lo intente, algunas cosas deben quedar claras.

Estábamos reunidos un pequeño grupo (selecto, diría yo) de catedráticos y encargados de la administración de la facultad de Medicina. ¿El objetivo? Solicitar la discusión de tópicos de Bioética para determinar la posición de la Universidad con respecto a estos. Conversábamos sobre factores de transcripción, reversión de células somáticas a células madre embrionarias totipotenciales, eutanasia y otras nimiedades cuando vino a colación un tema: Durante una de las reuniones científicas de los miércoles (en la que no estuve presente), alguien dijo que las plaquetas eran células. Alguien más dijo que no: se trata de fragmentos celulares. Fuera de las aulas se le consultó el asunto al super ultra mega experto: “el hematólogo”. Este último, indignado, respondió que desde luego, que quien decía que las plaquetas no son células, que por supuesto y no se hable más. Al día siguiente, el experto se retractó, diciendo que después de consultar el asunto con otros super giga (tera, dentro de poco) expertos, ya no estaba tan seguro, que probablemente no, pero no se.

Al parecer en la mencionada reunión surgió el tema de la vida. ¿Están vivos los virus? Dijo alguien. A otro se le ocurrió que los virus deben estar vivos puesto que no están muertos (entonces, digo yo, deberíamos aplicar la misma lógica a las piedras). La discusión se basaba en el hecho de que los virus comparten ciertas características con los llamados organismos vivos. A estas alturas, y si usted tiene algún rimbombante título en las ramas médicas o biomédicas, ya habrá tomado una posición definida. Haga el ejercicio. Decida: ¿Son las plaquetas células, o no células? ¿Son los virus organismos vivos, o no vivos?

Bien, a continuación ofrezco una breve explicación de por qué los seres humanos nos enredamos y atoramos en estos asuntos que parecen un callejón sin salida. Nuestro comportamiento, incluyendo las reacciones a estímulos ambientales, nuestras relaciones con los demás etc. se han modelado a lo largo de cientos de miles de años de evolución hasta alcanzar un fitness, que es el comportamiento que mejor se adapta a la supervivencia del individuo y la especie (la Ley Moral podría ser la excepción, aunque eso está sujeto a demostración). Vale aclarar que no estoy de acuerdo con el reduccionismo extremo al que incurre Richard Dawkins en su “Gen Egoísta”, puesto que ignora las propiedades emergentes de los órdenes de mayor complejidad que el ADN, pero en términos generales, aceptemos algunas proposiciones de la psicobiología, ya que muchas ya han sido confirmadas por la naciente ciencia de la neuroeconomía.

Dejemos a un lado las ías. Durante los miles de años como cazadores recolectores los seres humanos nos vimos forzados a tomar decisiones binarias: Si el animal me ataca, ¿corro o me defiendo? Si la cavernícola de la esquina me gusta, ¿le doy un garrotazo y me la llevo, o le ofrezco un poco de carne de mamut para convencerla? Esta semilla es un poco tóxica, pero tengo hambre. ¿Me la como o no me la como? Como ven, saber tomar las decisiones adecuadas con una opción binaria ha sido esencial para la supervivencia. William Shakespeare lo expresó muy bien en su Hamlet, cuando se pregunta que es más noble para la mente, ¿sufrir estoicamente el infortunio, o enfrentarse a el? ¿Ser o no ser (célula, le agregaría yo)? Esa es la cuestión.

Por otro lado, tenemos el asunto de las categorías, que ha sido uno de los temas de discusión preferidos de los filósofos de la ciencia. Para que el mundo sea coherente, debemos meter todo dentro de categorías, que van de generales a específicas. Los seres humanos, y al parecer muchas otras especies, hemos desarrollado la capacidad de categorizar, diríamos, casi por instinto. La filosofía tradicional ha definido los juicios que emitimos hacia los objetos dentro de dos categorías generales: 1) aquellos que se refieren a objetos cuyo nombre los describe (es decir, que se autodefinen), llamados estos “juicios analíticos, o a priori”. Un ejemplo de estos juicios serían las figuras geométricas. Un triángulo tiene 3 lados por definición. Y 2) aquellos que necesitan ser definidos por nosotros, llamados “juicios sintéticos, o a posteriori”. Emmanuel Kant (ver Crítica de la Razón Pura) define un tercer tipo de juicios, los sintéticos a priori, que no explicaré aquí.

Bueno, los sistemas complejos, alejados del equilibrio termodinámico, como los sistemas vivos, comparten una serie de características a las que me he referido (y continuaré refiriendo) en otras entradas de este blog. Estos sistemas presentan un número infinito de posibles estados estocásticos, y un gran número de soluciones adecuadas a cada problema del sistema. Estos sistemas no siempre ofrecen soluciones binarias a diversos estados iniciales, sino un gran número de posibles soluciones.

Como investigador, pienso que un enfoque positivista es adecuado para la ciencia: si una explicación de un fenómeno es comprensible, sencilla, y se puede extrapolar a otros fenómenos similares, la tomo como valedera. No importa si es incompleta en esencia, puesto que puede contener parámetros desconocidos para nosotros, mientras ofrezca soluciones valederas para los problemas actuales, la tomo. Bajo este enfoque, un virus será un organismo vivo mientras entre en todas sus partes en la definición que YO LE DE a organismo vivo. Si la definición actual de organismo vivo no encierra a los virus, y me siento incómodo con el hecho de que los virus no estén vivos, entonces tomo la definición, y en ella incluyo las características de los organismos como los virus. San se acabó. Fin del problema. No más discusiones infructuosas. Tal vez, pero no esté tan seguro. Recordemos que lo que consideramos vivo es un juicio a posteriori, y como seres de decisiones binarias, siempre habrá quienes se sientan incómodos pensando que los virus están vivos como nosotros, y su definición no los incluirá. Para eso son las discusiones.

Por eso los temas de bioética son tan escarpados. Piense. Las células madre se podrían utilizar, por ejemplo, para el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas. De hecho hay miles de pacientes esperando por resultados alentadores de las investigaciones. Pero las investigaciones con células madre requieren de células embrionarias, y usted como investigador, respetuoso de la vida, nunca destruiría una vida humana en beneficio de la ciencia. Su definición de “vida humana” comprende a los embriones en etapas de desarrollo inicial ¿No es cierto? Ahora, piense en los cientos de miles de embriones congelados que hay solo en los Estados Unidos, sobrantes de las técnicas de fertilización in vitro. Estos embriones tendrán que ser descartados tarde o temprano. Ahora, su hijo padece de una enfermedad que tiene la esperanza de curarse, pero depende de las investigaciones con células embrionarias. En estas condiciones, ¿cambiaría usted su definición de “vida humana” para no incluir a dichos embriones? ¿No vale la vida de su hijo, para usted, más que todos los embriones congelados del mundo? Piénselo.

Por eso, si usted quiere conquistar al mundo, primero deberá establecer una definición de “conquistar” y luego de “mundo”. Que pasa buen día.

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