Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

jueves, 25 de marzo de 2010


Creer en Dios y el conocimiento cientifico

Dr. Francis Collins. Científico y cristiano.
Edwin Francisco Herrera Paz 
¿Contradice el conocimiento científico a la religión o a la creencia en Dios? Bien, ciencia y religión son dos maneras diferentes de ver la vida. De hecho, el científico que también es creyente debe dividir su mente en dos compartimientos: uno, el compartimiento escéptico, que busca probar las verdades naturales a través del método científico, y el segundo, el compartimiento de relación con Dios, de su fe y su fervor. Dos formas de ver el mundo no necesariamente contradictorias.

Sin embargo e inevitablemente, hay una pequeña franja en la que ciencia y religión se traslapan, y es cuando ambas intentan dar una explicación a la existencia, a la causa primera, es esa frontera tenue que es disputada por la filosofía científica y la filosofía teológica.
Dr. Stephen Hawking
Un área de conflicto es la fe. La fe es la firme convicción de que lo que no se ha hecho se hará, de que lo que ahora no es, mañana será. Para el cristiano la fe en Dios no es solo una creencia, sino un modo de vida. Para el científico no creyente, en cambio, la fe es una falacia, y lo único válido en la realidad es lo que se puede demostrar, y toman esta visión como forma de vida.
El escepticismo implica que el científico no crea en algo a menos que se demuestre su existencia, mientras la fe implica la certeza de que lo que no se ve, existe. Ambas visiones son contradictorias, y los efectos de la fe no se pueden manifestar en un ambiente escéptico. Es por eso que el escepticismo radical no puede coexistir con la fe, y los científicos creyentes nos vemos en la necesidad de compartimentalizar nuestra visión del mundo y aplicar la ciencia únicamente allí donde es necesario brindar una explicación de los fenómenos físicos.
Las religiones no deben tomar los libros sagrados como textos escolares. El génesis, por ejemplo, no es un libro de recetas de “como construir un universo en 7 días”, por lo que no hay motivo para basarse textualmente en las escrituras para negar lo que la ciencia nos tiene que decir sobre, para el caso, la edad del universo, de la tierra y de la vida, o sobre los mecanismos evolutivos. Sin duda Dios para crear el universo y al hombre debió haber utilizado los mecanismos naturales que son revelados por la ciencia moderna. Las explicaciones de fenómenos físicos que subyacen en el origen del las galaxias, las estrellas, la vida y el hombre (entre muchísimos otros temas) pertenecen al terreno de la ciencia.
Por otra parte, la ciencia no comprende el funcionamiento de la fe, y como no puede probarla la niega. Alguien dijo en uno de los blogs científicos (que a veces comento) que “la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia”. Es decir, el hecho de que la ciencia no pueda probar la fe o la existencia de Dios, no son pruebas de su inexistencia. Los creyentes vivimos una vida de fe, y vemos la mano de Dios actuando maravillosamente en nuestras vidas. Vemos como nuestras oraciones de fe se nos responden en la mayoría de las ocasiones. Este amigos míos, es el terreno de la religión, y este terreno no debe ser transgredido por la ciencia.
No me cabe duda que en algún punto de la realidad (que solo es una) ciencia y religión confluyen en un todo infinito.
Lea tambien:
Cosmovisiones
La Evolución de la Fe
¿Contradice el conocimiento científico la creencia en Dios? Habla Francisco J. Ayala, ganador del premio Templeton.

miércoles, 24 de marzo de 2010


Ayer pedí

Ayer, antes de orar, hice un repaso de las cosas que quería pedirle a mi Señor. Una casa. Si, si. Una casa grande. ¿Cómo la quiero? Hace poco revisando el correo electrónico abrí un mensaje con una presentación adjunta en la que se mostraba la lujosa vivienda del golfista estadounidense Tiger Woods. Es exactamente ase tipo de casa el que deseo. Me gusta. Es muy amplia y lujosa, y está cerca del mar.
También necesito un carro. Tengo dos, pero quiero uno último modelo. Una camioneta europea, y adicionalmente un carro deportivo. Lo visualicé. Azul metálico, que brille con el resplandor del sol, una belleza puro músculo. También necesito un quirófano para mi clínica, no solo para tener mayores ganancias, sino también para ayudar a un mayor número de personas: los bienes materiales se disfrutan más cuando se bendice a otros.
Necesito salud y bienestar físico y mental para mí y para mi familia. Que mis hijos estén sanos y sin complicaciones. Necesito también sabiduría para escribir, investigar e impartir mis clases. No me caería mal de aquí a algún tiempo ganar el premio Nobel. ¿O tal vez el Pulitzer? Bueno, para ganar el Pulitzer hay que escribir en ingles, pero quizá un día de estos me anime. Y qué decir de unos, mmm ¿Qué tal diez millones de dólares? Antes pedía uno, pero ya que para Dios es lo mismo uno que diez, mejor pido diez. También pensé en pedir por los pobres del mundo, por los necesitados y por la manumisión de los esclavos, presos por cadenas propias o ajenas.
Y es que no está mal pedir. Los hijos le piden a su padre y el padre, bondadoso, les provee a sus hijos. Jesús en sus enseñanzas dijo: “Pedid, y se os Dará. Buscad y hallaréis. Llamad, y se os abrirá”, la oración de fe es una de de las fuerzas más poderosas del universo. Muchos dudan de la fe, pero el que duda nunca verá la fe en acción, pues fe y duda son términos opuestos: no puede existir la una en presencia de la otra. Jesús dijo: “Si tan solo vuestra fe fuera del tamaño de una semilla de mostaza…”. Bien, todas esas cosas le pediré al Señor, y el Señor me las dará si pido con fe.
Después de pensar sobre todos esos asuntos me puse a escuchar una alabanza: “con gran poder y gloria” y comencé a orar. Justo en ese momento sentí una presencia especial, una presencia de amor y protección. Pienso que es como la sensación que experimenta dentro del vientre de su madre un niño que no ha nacido aun. En ese instante olvidé todas esas cosas que quería pedir, porque todas las cosas quedaron pequeñas, porque todo queda pequeño cuando se está en su presencia, en la presencia del Dios creador. Y entonces, ya no pedí nada porque en ese instante lo tenía todo. Solo pude decir, “sea tu voluntad, Señor”.

martes, 23 de marzo de 2010


El Plan de Vuelo Divino



Antes de volar del punto A al punto B, el piloto realiza un detallado plan de vuelo. Este incluye: los puertos de despegue y destino, la altitud estimada, el tiempo estimado en ruta, el rumbo, etc. Cuando el piloto toma el avión realiza un minucioso chequeo de la aeronave, las superficies de vuelo, el combustible, los aparatos de medición, etc. El piloto se sube a la aeronave, la enciende y hace un chequeo de los instrumentos, el nivel de aceite, la temperatura, las comunicaciones, las aeroayudas. Ante del despegue continúa el chequeo. Se prueba la potencia del motor, la respuesta de las superficies de vuelo, se regula el barómetro para que concuerde con la presión atmosférica real, etc. El piloto despega según procedimientos ya establecidos. Inclina la nariz y regula la potencia para establecer una tasa de acenso. Al alcanzar la altitud previamente establecida, se establecen un rumbo y velocidad de crucero. Al aproximarse al destino, el piloto reduce la velocidad para establecer una tasa de descenso. A cierta altitud de la pista, el piloto decide si aterrizará o realizará lo que se llama en inglés un go around. Si la altitud y velocidad de la aeronave son las adecuadas, lo que sucede usualmente, el piloto aterriza.

¿Quiere esto decir que un vuelo del punto A al punto B siempre será igual? De ninguna manera. No hay dos vuelos iguales. En algunas ocasiones, las condiciones meteorológicas serán de viento suave y soleado. En otras, habrá viento severo, lateral o de frente, lo que obligará al piloto a realizar las correcciones adecuadas, como cambio de rumbo indicado y potencia. El tiempo del vuelo variará de acuerdo a la presión atmosférica y el viento. Algunas veces, habrá una tormenta en el camino y el piloto tendrá que alterar el rumbo para esquivarla. Durante todo el vuelo, el piloto tendrá que realizar correcciones de tiempo en tiempo, chequeando que todo esté correcto. Deberá reportar su posición en puntos de chequeo previamente determinados. También la omnipresente segunda ley de la termodinámica actuará deteriorando las partes del avión, de tal forma que el piloto tendrá que cambiar alguna pieza dañada antes de aventurarse al horizonte. La aeronave puede ser muy maniobrable y responder a los mandos suavemente, o puede ser una nave extremadamente difícil de dominar. En el primer caso el piloto podrá sacarla de una tormenta fácilmente, en el segundo será más difícil. La cuestión es que hay un número infinito de vuelos posibles, pero todos llevarán a la nave del punto A al punto B.

Pues bien, he aquí la analogía. Usted es la aeronave y Dios es el piloto. Aunque hay un propósito preestablecido, Dios se encuentra realizando pequeñas correcciones permanentemente, imperceptiblemente. De vez en cuando realizará una corrección mayor, una irrupción del mundo espiritual de grandes proporciones que se nos revela en forma de los llamados milagros. La cosmología moderna nos deja entrever que el universo podría estar diseñado para la intervención divina por intermedio de la incertidumbre cuántica. Bastarían ciertas correcciones en la dirección de un electrón u otra particula de cuando en cuando, si se conoce que electrón o que fotón se tiene que alterar (y Dios por supuesto, lo conoce). La amplificación de la señal en el tiempo cambiará los eventos de tal manera que el resultado esté de acuerdo con el plan Divino. Desde luego, el control del universo es infinitamente más complejo que el control de un avión, pero el piloto universal es infinitamente más diestro que el piloto de carne y hueso.

Hace poco, después de encontrarme en silencio y en actitud de reflexión, subí la mirada y le dije a mi cuñada Tatiana: “Soy una veleta”. Mi cuñada, con voz y mirada alarmadas me preguntó: ¿Cómo así? -Si,- le dije en un momento de inspiración supremo. “una veleta llevada por el suave viento divino”. Mi cuñada, que es abogada (como toda mi familia por lo que me llaman “la oveja blanca”), comenzó a discutir sobre el significado de veleta. Me recordó aquella canción que dice “eres una veleta”. La canción se refiere a una veleta, en tono de ofensa, como aquella persona que no sabe lo que quiere, ni tiene idea de adonde va. Entonces que no anduviera diciendo eso por allí porque me iban a confundir con el de la canción. Yo, decidí no discutir. He tomado como actitud de vida nunca discutir con un abogado.



domingo, 21 de marzo de 2010


Cuando la pérdida es ganancia

Las abejas sirven de modelo para el análisis de la inteligencia grupal. Si esta característica continuara evolucionando, ¿Se podría considerar la comunidad de abejas un hiperorganismo?


No. No estoy hablando de perder libras para ganar años de vida; o de perder a la suegra. Hablo más bien del núcleo central de la teoría de los sistemas complejos vivos, que más que una teoría biológica es una teoría económica. A los hombres de ciencia y en especial a los biólogos les ha intrigado el por qué la vida parece contradecir la omnipresente segunda ley de la termodinámica. La respuesta es que en realidad no la contradice, ya que la cantidad total de calor (entropía) en el universo producido por un sistema abierto siempre aumenta a pesar del aumento en organización del sistema.


El problema es que esta explicación origina más dudas que respuestas. ¿Qué factores originan estos sistemas alejados del desequilibrio termodinámico? ¿Cómo tienden siempre a una mayor organización? ¿Por qué evolucionan siempre hacia una mayor complejidad? Creo tener la respuesta a estas preguntas, y esa respuesta se basa en el hecho de que la segunda ley contribuye (en lugar de oponerse) a una mayor complejidad. La vida no es una lucha contra la segunda ley, sino que se vale de ella para evolucionar.


Esto se da en todos los niveles, desde el nivel básico de moléculas, hasta los niveles superiores, como sociedades de individuos o instituciones humanas, y la clave se encuentra precisamente en la existencia de diferentes niveles de complejidad. Entonces, la desorganización en un nivel da como resultado una mayor organización en el siguiente. ¿Cómo así?


Imaginémonos dos elementos que forman una población homogénea reproductiva. En un tiempo uno, todos los individuos son iguales. Pero en algún punto en la existencia de la población entra en juego la desorganizativa segunda ley: Uno de los elementos sufre una pérdida en alguna de sus capacidades. El individuo en cuestión sobrevivirá con su minusvalía, ya que su carencia puede ser suplida por los elementos cercanos y podrá transmitir su característica a su descendencia. Ahora bien, imaginemos que un segundo elemento sufre una perdida similar pero en una segunda característica. Esta será suplida por los demás y asimismo trasmitirá la característica a su descendencia.


Aquí viene lo interesante del asunto. Los descendientes del primer elemento (llamémosle subpoblación 1) conviven con los del segundo (subpoblacion 2), pero a diferencia de los normales su pérdida les permite la liberación de recursos energéticos. Entonces los elementos 1 y 2 podrán utilizar esos recursos sobrantes para ayudarse mutuamente, creando una relación donde no la había y por ende, una mayor complejidad en el nivel de población (recordemos que la complejidad se basa en las relaciones de los elementos). Es decir, los individuos se especializan con lo que se origina una división del trabajo y una mayor estructuración.


Para poner un ejemplo ilustrativo de un caso extremo, recordemos la historia de dos hombres: uno sin piernas y otro ciego. El ciego cargaba al otro, quien a su vez lo guiaba por el camino, estableciéndose entre ambos una relación de mutualismo. Desde luego, la naturaleza no actúa frecuentemente sobre caracteres tan extremos y raras veces observamos disrupciones bruscas que sobreviven. La selección natural se vale más que todo de esas variaciones sutiles que producen ligeras disminuciones en las funciones, pero las variaciones se deben a cambios aleatorios en donde la responsable es la segunda ley.


¿Hay evidencia de esto? Por todos lados. Es probable que los seres humanos hayamos sufrido un proceso de simplificación desde las primeras sociedades de cazadores recolectores. Esta simplificación se ve tanto a nivel biológico como cultural. Por ejemplo, el cazador prehistórico necesitaba hacer uso de todas sus capacidades físicas durante la cacería, y la falencia en alguna de ellas podría resultar mortal. En nuestra sociedad moderna, estas capacidades no son tan necesarias, y muchas de ellas se han debilitado. Para el caso, la miopía es una condición frecuente en nuestras sociedades, y nadie creerá que la simple condición de ser miope pone en riesgo la vida, habida cuenta de que existe una pequeña fracción de la población especializada en el cuidado de la vista (oftalmólogos y optómetras). Si usted es abogado y miope, usted tendrá la misma probabilidad de originar descendencia viva que si usted tiene una vista perfecta (si usted es abogado probablemente será más vivo de lo necesario), mas si usted es un cazador de hace 10,000 años lo más probable es que muera de hambre y no transmita la condición a su descendencia, por lo que es muy probable que la miopía fuera en esos tiempos una patología muy rara. ¿Pero de donde surge la miopía? De la variabilidad genética que a su vez tiene su origen en esas disrupciones originadas por la segunda ley llamadas mutaciones.


¿Lo ve? Simplificación en el nivel de individuo, y aumento en complejidad en el nivel de sociedad. Si usted me lo solicita le podría dar decenas de ejemplos que abarcan todos los niveles de complejidad. La evolución de las sociedades humanas ha ido acompañado de simplificación y especialización, lo que permite un aumento de las relaciones con el ulterior crecimiento en complejidad. Se ha encontrado evidencia de simplificación en otras especies. Por ejemplo, se ha encontrado que las especies de abejas que forman comunidades más complejas y organizadas están compuestas por individuos más simples desde el punto de vista funcional. Solo una aclaración: la simplificación es un elemento necesario pero no suficiente en la evolución de la complejidad, pero otros factores serán tema de otros artículos.

Los sistemas complejos vivos son objeto de intenso estudio en la actualidad, y mucho se ha escrito sobre la especialización y el cambio gradual de los individuos hasta formar comportamientos sociales altamente estructurados, y es aquí donde entran en juego conceptos como “gradualismo” o “preadaptacion”, sin embargo pienso que la idea de perdida como el origen de la complejidad es nueva y encaja a la perfección con el comportamiento de los sistemas termodinámicos, dominados por la segunda ley. Algo más: los biólogos y sociólogos se ha mostrado temerosos de extrapolar hallazgos de un nivel de complejidad a los demás niveles. Sin embargo, la teoría económica de los sistemas complejos vivos puede ser aplicada a cualquier estructura que evoluciona, como moléculas, células, órganos, individuos, comunidades e hiperorganismos por igual.

viernes, 19 de marzo de 2010


Otros mundos

Lagos de metano en Titán, la más grande de las lunas de Saturno.


Dr. Edwin Francisco Herrera Paz. Quiero escribir hoy sobre otros mundos, pero no mundos cualquiera, sino mundos en donde fluye la vida, y no vida solo como la entendemos los humanos, sino en un sentido más extenso de sistemas autoorganizados, complejos y evolutivos, que no necesariamente subsisten en un medio acuoso o dependen de la química del carbono. Mundos extraños para el ojo humano, mucho más que aquellos de las historias infantiles de planetas de chocolate o algodón de azúcar. Comienzo con la pregunta de regla: ¿hay vida en otros planetas? o ¿somos exclusivos?

Para que subsista la vida basada en moléculas orgánicas como la nuestra se deben cumplir ciertas condiciones. Temperaturas cálidas pero dentro de ciertos límites, una atmosfera estable y lo más importante, agua líquida. Recientemente el rango de condiciones que se consideran favorables para la vida basada en el carbono se ha ensanchado. Por ejemplo, el rango de temperatura que hace posible la vida puede ir desde decenas de grados centígrados bajo cero hasta cientos de grados por arriba de este. Para el caso, las bacterias llamadas termófilas que habitan los estanques de los geiseres, o las fumarolas negras de las profundidades oceánicas, son capaces de soportar temperaturas que van desde los 75º hasta más de 100º C. gracias a que poseen una estructura compuesta por proteínas termoresistentes.

Los microorganismos que viven en nuestro planeta en condiciones extremas (llamados organismos extremófilos) nos ofrecen luz sobre la flexibilidad de la vida para adaptarse a diversos ambientes. La ciencia que estudia estos organismos y la extrapolación de sus hábitats a otros planetas se denomina astrobiología. Incluso nuestro planeta permanece inexplorado en su mayor parte, como el manto por ejemplo, que podría albergar formas de vida basadas en el azufre para la producción de energía.



Izquierda: Microorganismos extremofilos tiñendo de color las aguas de un río acido.




¿Y qué decir de formas de vida basadas en moléculas diferentes al ADN, ARN y las proteínas? En Titán, la luna más grande de Saturno, existe un ciclo de metano muy parecido al ciclo del agua en la tierra. Se especula sobre la posibilidad de vida en este y otros mundos, pero con una base química muy diferente. Es posible imaginar formas de vida asentadas en otros elementos diferentes del carbono, como el sílice, que al igual que el primero tiene cuatro electrones en su capa más externa, lo que le da su cualidad de semiconductor.


Y hablando del sílice y semiconductores, en una entrada anterior he expuesto que es posible imaginar seres vivos virtuales, con todas las características de los seres vivos reales, incluyendo un proceso evolutivo que los llevaría a adquirir una complejidad cada vez mayor. Estos organismos podrían, en teoría, desarrollar inteligencia suficiente para hacerse preguntas sobre sus propios orígenes y naturaleza. Si contáramos con los algoritmos adecuados para generar diversidad, evolución y competencia, la naturaleza misma del algoritmo permitiría un número infinito de configuraciones adaptativas potenciales a las que podríamos llamar vivas por derecho propio.

Las experiencias de los seres humanos están supeditadas a nuestras limitaciones espaciotemporales. En nuestro mundo cotidiano prima la fuerza electromagnética, que en última instancia es la que determina los enlaces entre los átomos para constituir las diferentes especies de moléculas orgánicas, el primer nivel de complejidad en la vida basada en el carbono. La fuerza electromagnética permite la formación de enlaces covalentes, iónicos y de hidrogeno, así como las fuerzas electrostáticas, hidrofobias, de van der Waals etc., que permite la formación de proteínas, hidratos de carbono, lípidos y ácidos nucleicos que constituyen a los organismos vivos terrestres.

Pero en la naturaleza existen tres fuerzas adicionales: la interacción nuclear fuerte (la más fuerte de las cuatro) que mantiene unido el núcleo atómico a pesar de la fuerza electromagnética; la interacción nuclear débil, responsable del decaimiento beta; y finalmente la más débil de todas: la gravedad.

Aunque la gravedad es la fuerza más débil tambien es la de mayor alcance y sus efectos se vuelven importantes a escala planetaria, y es la que mantiene funcionando (en orbitas) a los sistemas planetarios, las galaxias, las supergalaxias, y en última instancia “moldea” el universo. ¿Pueden las altas energías térmicas y la enorme gravedad existente en algunos rincones del universo (como en el centro de las galaxias) modelar la materia estelar para originar sistemas autorganizados y evolutivos? Serian seres vivos sin lugar a dudas, pero de una naturaleza tan distante a la nuestra que no los notaríamos.

Podríamos hablar también de otros ámbitos. Las teorías de cuerdas y branas, dentro del marco de la teoría cuántica predicen la existencia de universos paralelos, además de describir matemáticamente 11 dimensiones diferentes. Le explico: se puede saber ya sea la posición o el movimiento de una partícula, pero no las dos cosas simultáneamente, lo que se ha dado a conocer como ley de la incertidumbre de Heisenberg. Si usted analiza la trayectoria de un electrón, por ejemplo, no podrá ver su posición porque al parecer de hecho se encuentra en todas las posiciones permisibles al mismo tiempo. Pero cuando usted deja de medir el movimiento y mide la posición, el electrón tiene que decidirse por una en particular, y como el electrón es indeciso, en ese momento el universo se divide en dos: en uno el electrón está a la derecha, y en el otro a la izquierda. Es así como tenemos un número infinito de universos paralelos en todos los estados cuánticos posibles desde el inicio del universo; algunos sin vida y otros pletóricos de planetas habitados. En algunos usted no existe, y en otros la que no existe es su suegra.

Los mundos mas allá de nuestras tres dimensiones cotidianas resultan interesantes, puesto que un organismo de, digamos cinco dimensiones, nos podría ver a lo lejos, alejado en las dos dimensiones restantes, pero no podríamos verlo a menos que voluntariamente interceptara nuestras dimensiones. ¿Existen seres vivos en otras dimensiones, observándonos y controlándonos en cierta forma?

Resulta especialmente interesante el hecho de que dos partículas subatómicas son capaces de “comunicarse” a distancia de manera instantánea violando la suposición relativística de que ninguna señal puede viajar más rápido que la luz. Hay fenómenos (probablemente cuánticos) que se dejan sentir en los cerebros humanos. Debido a la gran cantidad de testimonios resulta difícil refutar algunos tipos de comunicación a distancia entre personas. Esto es frecuente entre individuos unidos por fuertes vínculos, como entre padres e hijos o entre gemelos idénticos. ¿Tiene el mundo espiritual reivindicado por nuestras religiones algo que ver con una disrupción cuántica? ¿Funcionan los cerebros humanos como algún tipo de “antena” que sintoniza con este mundo cuántico-espiritual en determinadas circunstancias?

Seres de otros planetas, seres galácticos, seres cuánticos, espirituales, ultradimencionales y hasta universales (¿por qué no?). En fin, la creación de Dios bulle en posibilidades que deben ser analizadas dejando por un momento de lado muchos antiguos paradigmas.

viernes, 12 de marzo de 2010


De los dolores, los malos olores y otros tormentos

La percepción de los malos olores, al igual que el dolor, es un mecanismo de defensa que protede de ambientes potencialmente nocivos.



Platicando con un amigo, me decía que el tema de la fealdad, los malos olores y otras percepciones desagradables es interesante, puesto que constituyen un castigo. Me gustaría hacer un análisis (aunque no exhaustivo) de lo que significa recibir un castigo en forma de una percepción desagradable, como el dolor físico y psicológico, los olores nauseabundos y el horror que producen algunas imágenes, entre otras cosas.


He escuchado un argumento interesante en contra de la existencia de Dios. Dicho argumento dice que si Dios es un ser bueno y de misericordia, ¿Por qué permite el dolor y el sufrimiento? Resultaría entonces que si el sufrimiento es un castigo, ¿Por qué Dios inflinje dolor a los inocentes? O Dios no existe, o si existe pero es un Dios ajeno al dolor y los asuntos humanos.


Bueno, resulta que el dolor, el sufrimiento y otras sensaciones desagradables llamadas nociceptivas, no son un castigo sino al contrario. Es una maquinaria de defensa con la que venimos equipados todos los organismos biológicos.


Pongamos el caso del dolor físico con dos ejemplos. Los pacientes que padecen del mal conocido como lepra, y los diabéticos con enfermedad avanzada. En ambas patologías hay una pérdida de la sensación dolorosa, y el resultado es que los golpes no duelen, y al no doler, no se evitan, con el consiguiente trauma sucesivo que termina muchas veces en la cercenacion o la amputación de un miembro.


A todo lo largo del espectro evolutivo vemos estímulos atractores que causan placer, porque biológicamente se requiere una respuesta de búsqueda por parte del organismo, ya que el elemento que provoca el estimulo es necesario para su supervivencia. Las bacterias y los animales son atraídas por el alimento y las plantas por la luz; a nosotros nos atrae el olor del guiso que nos hace nuestra madre (a veces también el de la esposa), o el olor a carne asada cuando pasa por donde el Turco o donde Cacho, y a veces se queda comiendo. Nos atrae la belleza del sexo opuesto porque está relacionada con la reproducción y el proceso de reproducción mismo es sumamente placentero, ya que de lo contrario no esparciríamos nuestros genes, no nos reproduciríamos ni perpetuaríamos, ni evolucionaríamos, ni aumentaríamos en complejidad, ni nada.


La sensación de placer y la percepción de belleza auditiva o visual van acompañadas de poderosas respuestas de recompensa en nuestro cerebro reptil, o sistema límbico. Pero así como los atractores son necesarios, también lo son los estímulos repulsores. Huimos de olores desagradables porque estos se asocian a infecciones, descomposición y otros ambientes potencialmente nocivos de los que tenemos que escapar. Por eso si usted no se ha bañado en tres días, o está malito de estomago mejor quédese en su casa, o corre el riesgo de ser rechazado por sus congéneres (excepto su esposo(a), que se tiene que aguantar). Rechazamos el sabor amargo porque se relaciona con alcaloides o substancias naturales que en concentraciones altas podrían ser mortales. Rechazamos algunas formas poco atractivas visualmente porque estas se relacionan con peligros reales que ha afrontado la humanidad en su desarrollo evolutivo.


Alguien ponía un ejemplo del efecto de la evolución sobre la percepción de lo feo. A muchos las arañas les parecen feas porque el veneno de las arañas ha causado numerosas muertes durante el desarrollo biológico de la humanidad. Si somos cazadores recolectores (la humanidad ha pasado la mayor parte de su existencia como cazadores recolectores) y dormimos bajo la luz de la luna, es probable que sufra tarde o temprano el ataque de una araña venenosa. Lógicamente, usted tendrá más posibilidades de sobrevivir si ve feo al bichejo y lo evita.


Como nuestra existencia en el mundo tecnológico se encuentra en pañales, en la actualidad usted no ve feo un lujoso automóvil que corre a 200 Km. por hora; sin embargo, el vehículo es cientos de veces más peligroso para su salud que la arañita (ya que usted tiene una probabilidad relativamente alta de morir fuera o dentro de él), y es así como usted sale despavorido cuando tiene una tarantulita a la vista, pero si su amigo tiene un lujoso maquinon 12 cilindros en V, nadie lo ve feo (es más bien el guapo del barrio). Al parecer la evolución humana tendría mucho camino por recorrer de no ser por el desarrollo en los próximos años de lo que se llama “mejoramiento humano”, que permitirá el control de nuestra propia evolución por métodos de ingeniería genética, lo cual catapultará el aumento en complejidad de las sociedades humanas hacia una fase de crecimiento exponencial.


Retomando el tema del dolor, ¿es el dolor físico y psicológico un castigo divino? No. Este mecanismo de protección es más bien una bendición que compartimos con las demás especies. Quizá deberíamos reformular la pregunta: ¿Por qué Dios permite las situaciones en las que hay dolor? ¿Por qué en lugar de proveernos con un mecanismo de evitación de estas situaciones, no nos aleja de ellas definitivamente?


En primer lugar, para eso estamos en este mundo. Para luchar contra la destrucción, para progresar y crecer en complejidad, para dominar y vencer en un universo donde predominan las fuerzas que tienden al desorden; y sin embargo, esas fuerzas son necesarias para crecer en complejidad ya que no se puede construir algo nuevo donde no hay destrucción parcial de las estructuras anteriores. Desde el punto de vista espiritual podríamos decir que hasta las fuerzas del mal tienen su propósito, y le pondré ejemplos.


Para llegar a nuestro estado evolutivo y de complejidad actual, muchas especies debieron morir. La vida y su evolución son un continuo juego de prueba y error, borrar y volver a empezar, y construir sobre las cenizas. El ADN tiene sistemas de reparación muy eficientes, pero si no existiera la fuerza desorganizadora que origina las mutaciones (segunda ley) tampoco habría variabilidad y por ende, no existiría la adaptabilidad, y jamás se hubiese dado la evolución de los sistemas vivos. EL químico y premio Nobel belga Ilia Prigogine describió las características que comparten los sistemas complejos, y una de ellas es y la presencia de perturbaciones locales que permiten la autorganización a partir del desorden.


Lo vemos por todos lados. Para que las sociedades evolucionen se necesita (casi siempre) que una elite degenere bajo sus propios excesos, lo que origina las guerras, revoluciones, las rebeliones, las luchas por la emancipación, los golpes de estado (o sucesiones constitucionales, según usted lo vea) y a partir de allí nuevas formas de ver la política, nuevas y mejores maneras de gobernar que permiten un desarrollo ulterior de los sistemas sociales. No es un juego circular, sino hacia adelante, siempre hacia una mayor complejidad, y si el ser humano fracasara, hay otras especies inteligentes en lista de espera para ser los nuevos seres elegidos (buenos candidatos son los delfines, los elefantes, los pulpos y algunas especies de aves, aunque podría ser un organismo inteligente formado por individuos, como abejas u hormigas. Las posibilidades son infinitas). El fin último, la conquista del universo y el dominio sobre la segunda ley.


Visto desde este ángulo el mal no es solo natural, y una pequeña dosis es incluso necesaria para la evolución. El dolor físico y psicológico son elementos que moldean la mente y el carácter, y la maquinaria que nos provee resiliencia para soportarlo es compleja. Quizá lo más temido por el ser humano es el evento disruptivo de nuestra propia existencia física: la muerte. ¿Por qué Dios permite la muerte de niños pequeños y de gente inocente en general? ¿Es un castigo? ¿Es mala la muerte? Desde luego que la muerte es mala desde el punto de vista terrenal, pues corta con el propósito de Dios para nosotros, pero la perspectiva de la muerte física para Dios debe ser muy diferente a la nuestra.


Después de leer lo que he escrito usted pensará que estoy un poquitin chiflado y quizá tenga algo de razón (en persona soy mas cuerdo), pero la culpa es de ciertos genes italianos que heredé de mi padre, aunque ese asunto de la locura también es relativo (para referencia revisar “El Loco”, del escritor árabe Kalil Gibran). Para resumir, pienso que el dolor y el sufrimiento no son argumentos en contra de la existencia de Dios. Saludos.

jueves, 11 de marzo de 2010


Una oración para el feo

Edwin Francisco Herrera Paz

Si usted se considera bonito, este artículo no es para usted.
Obra de teatro, actoresHace poco, caminaba yo por cierto lugar de la ciudad cuando de pronto apareció una joven pareja. Ella, parecía una modelo de revista. Rubia, alta (creo que de aproximadamente metro ochenta), bien dotada, al estilo latino, pero también bien proporcionada, de facciones finas, brillantes ojos de mirada coqueta, de esos que hablan más que las palabras, vistiendo un vaporoso vestido rojo sobre la rodilla con un amplio e insinuante escote que dejaba entrever el zenit de la creación (o la evolución, según usted lo vea). ¡Claro que hablo desde el punto de vista de la alimentación infantil, no sea usted mal pensado!
Preciosa, Bonita, Mona, Chela, GueraEl, en cambio, parecía sacado de una película de terror. No era más feo porque no es posible. No lo describo porque solo de recordarlo se me revuelve el estomago. No es broma. Era tan feo que llamarlo solo feo, a secas, seria adularlo. Lo llamativo a todas luces era el grotesco contraste de la pareja que parecía un par de acaramelados tortolitos volando hacia su nido de amor.
Al cruzar frente a un grupo de hombres mayores que departían alegremente en una esquina, uno de ellos dijo: “Santísimo Dios, la suerte del feo el bonito la desea”. Me llamó tanto la atención esta frase que decidí cavilar un poco al respecto y escribir este artículo. Me pregunté al instante: ¿Se trata de suerte? O, ¿Sera que hay algo más?
Cuadro, Pintura, Velazquez
Es indiscutible que hay algo más. Muchos insisten en que la belleza es subjetiva, que está en los ojos del observador, sin embargo es incuestionable que existen estándares de belleza en nuestra cultura. La mayoría de las personas estarán de acuerdo en que una melodía de Mozart (Ain Klein Nacht Music, por poner un ejemplo) es irrebatiblemente bella. Lo mismo podríamos decir de una pintura de Velázquez, como Las Meninas. ¿Y qué decir de la belleza femenina? Innegablemente hay tanta variedad como culturas, pero independientemente del origen étnico de la fémina, existen ciertas características por las cuales se puede calificar como bella.
En la naturaleza existe un gran número de formas armónicas, y la belleza se ha relacionado con la armonía, la funcionalidad, la complementariedad y la simetría. Una de tales formas es la llamada simetría aurea, o simplemente número áureo, o de oro. Se dice que dos números están en simetría aurea si, y solo si (A+B)/A = A/B = 1.618…, y este último es el famoso numero áureo.
¿Por qué es tan famoso este número? Curiosamente el número áureo se observa mucho en la naturaleza (si para usted la biología y las matemáticas son como el Sanscrito para mí, es decir, no les interesa, por favor salte este y el siguiente párrafos). Algunas cantidades que están en proporción áurea son: La relación entre la cantidad de abejas macho y abejas hembra en un panal, la disposición de los pétalos de las flores, la distribución de las hojas en un tallo, la relación entre las nervaduras de las hojas de los árboles, la relación entre el grosor de las ramas principales y el tronco, o entre las ramas principales y las secundarias, la distancia entre las espirales de una Piña, la relación entre la distancia entre las espiras del interior espiralado de cualquier caracol o de cefalópodos como el nautilus. Tan frecuente es el papel del número áureo en la botánica, que recibe un nombre específico: Ley de Ludwig.
Lindo ombligo
En el ser humano se puede observar la relación aurea en: la relación entre la altura de un ser humano y la altura de su ombligo, la relación entre la distancia del hombro a los dedos y la distancia del codo a los dedos, la relación entre la altura de la cadera y la altura de la rodilla, la relación entre el primer hueso de los dedos (metacarpiano) y la primera falange, o entre la primera y la segunda, o entre la segunda y la tercera, la relación entre el diámetro de la boca y el de la nariz, la relación entre el diámetro externo de los ojos y la línea inter-pupilar, entre otros.

Otra característica frecuentemente asociada a la belleza humana es la simetría bilateral. Y ¿Por qué percibimos lo simétrico y bien proporcionado como bello? Pues porque, como dije anteriormente, estas características están relacionadas con la funcionalidad. Si nos gusta una persona del sexo opuesto, es probablemente porque es lo suficientemente saludable como para proporcionarnos hijos fuertes y saludables, que a su vez heredaran sus genes de atracción estética a sus hijos, etc. Es la selección natural actuando en todo su esplendor. Por ese mismo motivo la mayoría de los hombres se sienten atraídos por los senos y las caderas grandes (y si usted no me cree, solo vea que bien les va a los cirujanos plásticos con las prótesis), los cuales develan a una mujer con niveles adecuados de estrógenos y de sus receptores, capaz de dar a luz fácilmente y alimentar adecuadamente a sus bebes.
La atracción sexual es tan importante en la naturaleza que se sacrifican otras ventajas biológicas con tal de atraer a los individuos del sexo opuesto. Ejemplos magníficos son las enormes cornamentas de los alces (un amigo mío tiene unas iguales, pero son solo metafóricas), o las plumas del avestruz. En estos casos se ha divorciado la belleza de la funcionalidad en beneficio del encuentro de pareja, y por ende de la reproducción.
Innegablemente, el ser humano es el ser más complejo de la naturaleza desde el punto de vista del comportamiento, y la percepción de la belleza no está supeditada únicamente a nuestra biología. He podido observar la influencia de un factor cultural muy importante: las características de los grupos poderosos, de los dominantes, son tendientes a ser consideradas bellas por los dominados. Como ejemplo, en las regiones del interior de nuestra Honduras es frecuente escuchar que la persona bella es aquella de piel y ojos claros, características propias de los conquistadores españoles (en su mayoría). Por el contrario, al español le gusta especialmente la gente trigueña, color bronce natural, del tipo caribeño, atributos habituales en los grupos árabes moros que dominaron España durante muchos siglos. Esto no extraña si consideramos que los grupos en la cúspide social (de hoy y todos los tiempos) imponen los estándares de belleza.
Pero a todo esto ¿Dónde quedan los feos? Es decir, si tendemos a escoger para la procreación a los individuos más bellos del sexo opuesto, ¿Cómo se colaron los genes feos? Bien, la respuesta es sencilla, y podemos encontrar la evidencia en el caso con el que comenzamos este artículo. Es probable que algunas variantes genéticas que están relacionadas con la fealdad, estén también ligadas a otras características beneficiosas. Por ejemplo, las mujeres son predominantemente auditivas, y es posible que un feo tenga una prodigiosa habilidad para decirle a una mujer lo que esta quiere oír (labia, le decimos en Honduras).
Además, el feo desarrolla resiliencia desde pequeño. Como es probable que el feo sea rechazado con mayor frecuencia que el bonito, el primero desarrolla mecanismos compensatorios que lo hacen atractivo desde otros puntos de vista, como un mejor desenvolvimiento social, o una fuerte capacidad para mostrar empatía. Así que suerte, ¡cuernos! No es suerte. El feo tiene ases bajo la manga que lo hacen exhibir esculturas vivientes a su lado que despiertan la envidia de los bonitos. También es posible que los feos desarrollen una buena dosis de fe, y como algunos sabemos, la fe es una de las fuerzas más poderosas del universo.
Por eso si usted es un hombre realmente feo (no hablo de un poquito feo, ya que algo de feo tenemos todos. Hablo del extremo del espectro de fealdad), repita esta oración cada día (esto es bien serio):
“Señor, yo sé que soy muy feo. Tan feo que ni mi madre me miraba directamente a los ojos. Pero tu palabra me promete que aunque mi padre y mi madre me faltaran, tú estarás siempre conmigo, porque mi cuerpo físico es feo, pero ante ti y en ti todos somos perfectos. En este día te pido, Señor, que no mires mi fealdad. Dame la gracia para gustar a los demás de otras maneras. Muéstrame el camino para ser mejor persona, que mi fealdad sirva para estar siempre cerca de ti. Y te pido especialmente Señor, que me mandes uno de esos monumentos de mujer que tu sueles mandarle a otros feos como yo. Pero sobre todo, que posea también una gran belleza espiritual. Amén.”
Vea este link: Los número de Fibonacci
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