Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

sábado, 16 de octubre de 2010


La guerra de los sexos: mi experiencia en clases de discipulado

Maestra de la clase: "Esta clase me gusta porque es entretenida. Hay muchísimas alumnas para conversar"

Hoy les quiero contar los acontecimientos en mi clase de discipulado en mi iglesia.
Mi esposa y yo cursamos el quinto nivel (último) de discipulado en donde hay 10 mujeres y únicamente 3 hombres. Yo me preguntaba el motivo por el cual los otros dos varones asisten poco a la clase, y cuando lo hacen se sientan atrás en el lugar más oculto posible. Aunque la respuesta es obvia no fue sino hasta hoy que caí en cuenta de que se trata de una suerte de “sabiduría masculina.”
Todas hablan a la vez. ¡Y se entienden!
Hoy, yo fui el único varón. Casi desde el inicio de la clase pude sentir un ataque continuo e implacable contra mis congéneres ante el cual yo me hacía “como el que no estaba allí”. O sea, en buen hondureño, “me hacía el loco.”
Cuando hablaban de la humanidad, si el comentario era positivo se referían al “ser humano.” Si el comentario era negativo decían simplemente “el hombre”. Me comprenderán mejor con un ejemplo. Es “el hombre” -hablando así por respeto al género masculino según ellas- el que está caído por el pecado en el Edén, pero es el “ser humano” el que es salvo por la dispensación de la gracia.
Claro, las hermanas hablan así de manera automática, por la fuerza de la costumbre y ni siquiera se dan cuenta. Se les olvida que fue Eva la que le prestó oídos a la serpiente y que el verdadero pecado del pobre mandilón de Adán es no haberse puesto los pantalones (literalmente, pues usaba hojita de parra) para decirle a Eva que aquello no estaba bien.
Cuando yo esgrimo este argumento mi esposa dice que la culpa fue de Adán por haber dejado sola a la mujer. “Siempre los hombres de infieles y aventureros,” me dice a lo cual yo contesto: “Pero pero, si en ese tiempo no había más mujeres.” Y ella replica que Adán debió haber andado cuenteándose a la mona, pero que ese Adán no se la hace… ¿Ven? Con ellas no se puede. Siempre es el hombre el culpable de todo.
"Los hombres no sirven para encontrar parqueo en el mall"
El ataque continuó durante la siguiente media hora y frecuentemente miraba algún dedo señalador apuntado sobre mi humanidad. Después de unos instantes yo estaba encorvado sobre mi silla con la cabeza gacha y casi metida entre los hombros, como las tortugas cuando se asustan. Debieron haber “olido” el miedo en mí porque entonces se recrudeció la embestida.
Afortunadamente la discusión derivó hacia la manera en la que conducen. Todas estuvieron de acuerdo en que debían orar mucho pidiendo sabiduría para poder conducir adecuadamente. La hermana Tahína ora: “Señor, que cuando me cruce en rojo un semáforo te pido que no venga carro.” Y así por el estilo. A mí se me erizaron los pelos al saber de esa amenaza en las calles. Ahora ya saben. El peor peligro en las calles de San Pedro Sula no son las maras o el crimen organizado. ¡Es la hermana Tahína al volante! Cierto que Dios hace milagros, pero la oración de las mujeres es exigirle mucho al Creador.
Muchas veces quise participar en las discusiones pero invariablemente la mano se me entumecía de tenerla levantada. En un momento una ráfaga de creatividad me invadió y se me ocurrió algo. Propuse que en los restaurantes y otros establecimientos colocaran dos tipos de sillas: un tipo –el normal- para los hombres y otro para las mujeres. Este último deberá incluir una especie de segunda silla pegada a la primera para que las damas puedan almacenar su enorme cartera en ella. Este comentario surgió de mis observaciones con respecto a los hábitos de las féminas, quienes necesitan de dos sillas a donde quiera que vayan. El comentario me valió la benevolencia de algunas con lo que pude tener un respiro.
¡Que lo linchen, que lo linchen!
Después de aproximadamente sesenta angustiosos minutos, las mujeres de la clase comenzaron a ejecutar un arte que dominan con maestría: hablar todas al mismo tiempo. Desde luego que yo no entendí casi nada. Por un momento me pareció estar en el día de Pentecostés escuchando innumerables lenguas extranjeras. Después de un gran esfuerzo logré captar algunos párrafos que les muestro.
Una decía: “Si si claro y entonces me llevó el cerdito que estaba bien bonito asadito y con todo y su hociquito pero yo no como cerdito entero porque me parece que me está observando con sus ojitos diciéndome -en este momento la hermana hace una pausa para inspirar y luego continúa- no me comas pero la verdad como va a hablar el cerdo si tiene una manzana en la boca…”
"Vamos a la casa a ver si nuestros esclavos están cuidando a los niños"
Otra decía: “unos amigos se endeudaron con 500,000 dólares y dijeron que era de bendición, pero como va a ser de bendición si después tuvieron que trabajar los fines de semana para pagar el carro comprado con los 500,000 que al final no pudieron pagar… Creo que se fueron mojados para los Estados Unidos…
Este esclavo de su mujer dejó la escoba para la foto...
No recuerdo muy bien un par de conversaciones más. Casi al final de la clase entró la directora del discipulado quien procedió a regañarnos no recuerdo por qué, pero creo que fue a mí principalmente por ser hombre. Solo recuerdo que nos dijo que como había un hombre en el grupo (como si fuera un virus contaminante o algo así) entonces iría ella personalmente a cuidarnos en los exámenes. Yo, me volví a “hacer el loco” y me puse a tomar fotos. 
Mas esclavos de las mujeres...
Al final de la clase oramos para despedirnos. Yo oré: “gracias Señor por ayudarme a sobrevivir un día más…”
¡Yo les pondré el examen personalmente!!!!! Bwa ja ja ja ja. 
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