Antes de volar del punto A al punto B, el piloto realiza un detallado plan de vuelo. Este incluye: los puertos de despegue y destino, la altitud estimada, el tiempo estimado en ruta, el rumbo, etc. Cuando el piloto toma el avión realiza un minucioso chequeo de la aeronave, las superficies de vuelo, el combustible, los aparatos de medición, etc. El piloto se sube a la aeronave, la enciende y hace un chequeo de los instrumentos, el nivel de aceite, la temperatura, las comunicaciones, las aeroayudas. Ante del despegue continúa el chequeo. Se prueba la potencia del motor, la respuesta de las superficies de vuelo, se regula el barómetro para que concuerde con la presión atmosférica real, etc. El piloto despega según procedimientos ya establecidos. Inclina la nariz y regula la potencia para establecer una tasa de acenso. Al alcanzar la altitud previamente establecida, se establecen un rumbo y velocidad de crucero. Al aproximarse al destino, el piloto reduce la velocidad para establecer una tasa de descenso. A cierta altitud de la pista, el piloto decide si aterrizará o realizará lo que se llama en inglés un go around. Si la altitud y velocidad de la aeronave son las adecuadas, lo que sucede usualmente, el piloto aterriza.
¿Quiere esto decir que un vuelo del punto A al punto B siempre será igual? De ninguna manera. No hay dos vuelos iguales. En algunas ocasiones, las condiciones meteorológicas serán de viento suave y soleado. En otras, habrá viento severo, lateral o de frente, lo que obligará al piloto a realizar las correcciones adecuadas, como cambio de rumbo indicado y potencia. El tiempo del vuelo variará de acuerdo a la presión atmosférica y el viento. Algunas veces, habrá una tormenta en el camino y el piloto tendrá que alterar el rumbo para esquivarla. Durante todo el vuelo, el piloto tendrá que realizar correcciones de tiempo en tiempo, chequeando que todo esté correcto. Deberá reportar su posición en puntos de chequeo previamente determinados. También la omnipresente segunda ley de la termodinámica actuará deteriorando las partes del avión, de tal forma que el piloto tendrá que cambiar alguna pieza dañada antes de aventurarse al horizonte. La aeronave puede ser muy maniobrable y responder a los mandos suavemente, o puede ser una nave extremadamente difícil de dominar. En el primer caso el piloto podrá sacarla de una tormenta fácilmente, en el segundo será más difícil. La cuestión es que hay un número infinito de vuelos posibles, pero todos llevarán a la nave del punto A al punto B.
Pues bien, he aquí la analogía. Usted es la aeronave y Dios es el piloto. Aunque hay un propósito preestablecido, Dios se encuentra realizando pequeñas correcciones permanentemente, imperceptiblemente. De vez en cuando realizará una corrección mayor, una irrupción del mundo espiritual de grandes proporciones que se nos revela en forma de los llamados milagros. La cosmología moderna nos deja entrever que el universo podría estar diseñado para la intervención divina por intermedio de la incertidumbre cuántica. Bastarían ciertas correcciones en la dirección de un electrón u otra particula de cuando en cuando, si se conoce que electrón o que fotón se tiene que alterar (y Dios por supuesto, lo conoce). La amplificación de la señal en el tiempo cambiará los eventos de tal manera que el resultado esté de acuerdo con el plan Divino. Desde luego, el control del universo es infinitamente más complejo que el control de un avión, pero el piloto universal es infinitamente más diestro que el piloto de carne y hueso.
Hace poco, después de encontrarme en silencio y en actitud de reflexión, subí la mirada y le dije a mi cuñada Tatiana: “Soy una veleta”. Mi cuñada, con voz y mirada alarmadas me preguntó: ¿Cómo así? -Si,- le dije en un momento de inspiración supremo. “una veleta llevada por el suave viento divino”. Mi cuñada, que es abogada (como toda mi familia por lo que me llaman “la oveja blanca”), comenzó a discutir sobre el significado de veleta. Me recordó aquella canción que dice “eres una veleta”. La canción se refiere a una veleta, en tono de ofensa, como aquella persona que no sabe lo que quiere, ni tiene idea de adonde va. Entonces que no anduviera diciendo eso por allí porque me iban a confundir con el de la canción. Yo, decidí no discutir. He tomado como actitud de vida nunca discutir con un abogado.
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