Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

domingo, 21 de marzo de 2010


Cuando la pérdida es ganancia

Las abejas sirven de modelo para el análisis de la inteligencia grupal. Si esta característica continuara evolucionando, ¿Se podría considerar la comunidad de abejas un hiperorganismo?


No. No estoy hablando de perder libras para ganar años de vida; o de perder a la suegra. Hablo más bien del núcleo central de la teoría de los sistemas complejos vivos, que más que una teoría biológica es una teoría económica. A los hombres de ciencia y en especial a los biólogos les ha intrigado el por qué la vida parece contradecir la omnipresente segunda ley de la termodinámica. La respuesta es que en realidad no la contradice, ya que la cantidad total de calor (entropía) en el universo producido por un sistema abierto siempre aumenta a pesar del aumento en organización del sistema.


El problema es que esta explicación origina más dudas que respuestas. ¿Qué factores originan estos sistemas alejados del desequilibrio termodinámico? ¿Cómo tienden siempre a una mayor organización? ¿Por qué evolucionan siempre hacia una mayor complejidad? Creo tener la respuesta a estas preguntas, y esa respuesta se basa en el hecho de que la segunda ley contribuye (en lugar de oponerse) a una mayor complejidad. La vida no es una lucha contra la segunda ley, sino que se vale de ella para evolucionar.


Esto se da en todos los niveles, desde el nivel básico de moléculas, hasta los niveles superiores, como sociedades de individuos o instituciones humanas, y la clave se encuentra precisamente en la existencia de diferentes niveles de complejidad. Entonces, la desorganización en un nivel da como resultado una mayor organización en el siguiente. ¿Cómo así?


Imaginémonos dos elementos que forman una población homogénea reproductiva. En un tiempo uno, todos los individuos son iguales. Pero en algún punto en la existencia de la población entra en juego la desorganizativa segunda ley: Uno de los elementos sufre una pérdida en alguna de sus capacidades. El individuo en cuestión sobrevivirá con su minusvalía, ya que su carencia puede ser suplida por los elementos cercanos y podrá transmitir su característica a su descendencia. Ahora bien, imaginemos que un segundo elemento sufre una perdida similar pero en una segunda característica. Esta será suplida por los demás y asimismo trasmitirá la característica a su descendencia.


Aquí viene lo interesante del asunto. Los descendientes del primer elemento (llamémosle subpoblación 1) conviven con los del segundo (subpoblacion 2), pero a diferencia de los normales su pérdida les permite la liberación de recursos energéticos. Entonces los elementos 1 y 2 podrán utilizar esos recursos sobrantes para ayudarse mutuamente, creando una relación donde no la había y por ende, una mayor complejidad en el nivel de población (recordemos que la complejidad se basa en las relaciones de los elementos). Es decir, los individuos se especializan con lo que se origina una división del trabajo y una mayor estructuración.


Para poner un ejemplo ilustrativo de un caso extremo, recordemos la historia de dos hombres: uno sin piernas y otro ciego. El ciego cargaba al otro, quien a su vez lo guiaba por el camino, estableciéndose entre ambos una relación de mutualismo. Desde luego, la naturaleza no actúa frecuentemente sobre caracteres tan extremos y raras veces observamos disrupciones bruscas que sobreviven. La selección natural se vale más que todo de esas variaciones sutiles que producen ligeras disminuciones en las funciones, pero las variaciones se deben a cambios aleatorios en donde la responsable es la segunda ley.


¿Hay evidencia de esto? Por todos lados. Es probable que los seres humanos hayamos sufrido un proceso de simplificación desde las primeras sociedades de cazadores recolectores. Esta simplificación se ve tanto a nivel biológico como cultural. Por ejemplo, el cazador prehistórico necesitaba hacer uso de todas sus capacidades físicas durante la cacería, y la falencia en alguna de ellas podría resultar mortal. En nuestra sociedad moderna, estas capacidades no son tan necesarias, y muchas de ellas se han debilitado. Para el caso, la miopía es una condición frecuente en nuestras sociedades, y nadie creerá que la simple condición de ser miope pone en riesgo la vida, habida cuenta de que existe una pequeña fracción de la población especializada en el cuidado de la vista (oftalmólogos y optómetras). Si usted es abogado y miope, usted tendrá la misma probabilidad de originar descendencia viva que si usted tiene una vista perfecta (si usted es abogado probablemente será más vivo de lo necesario), mas si usted es un cazador de hace 10,000 años lo más probable es que muera de hambre y no transmita la condición a su descendencia, por lo que es muy probable que la miopía fuera en esos tiempos una patología muy rara. ¿Pero de donde surge la miopía? De la variabilidad genética que a su vez tiene su origen en esas disrupciones originadas por la segunda ley llamadas mutaciones.


¿Lo ve? Simplificación en el nivel de individuo, y aumento en complejidad en el nivel de sociedad. Si usted me lo solicita le podría dar decenas de ejemplos que abarcan todos los niveles de complejidad. La evolución de las sociedades humanas ha ido acompañado de simplificación y especialización, lo que permite un aumento de las relaciones con el ulterior crecimiento en complejidad. Se ha encontrado evidencia de simplificación en otras especies. Por ejemplo, se ha encontrado que las especies de abejas que forman comunidades más complejas y organizadas están compuestas por individuos más simples desde el punto de vista funcional. Solo una aclaración: la simplificación es un elemento necesario pero no suficiente en la evolución de la complejidad, pero otros factores serán tema de otros artículos.

Los sistemas complejos vivos son objeto de intenso estudio en la actualidad, y mucho se ha escrito sobre la especialización y el cambio gradual de los individuos hasta formar comportamientos sociales altamente estructurados, y es aquí donde entran en juego conceptos como “gradualismo” o “preadaptacion”, sin embargo pienso que la idea de perdida como el origen de la complejidad es nueva y encaja a la perfección con el comportamiento de los sistemas termodinámicos, dominados por la segunda ley. Algo más: los biólogos y sociólogos se ha mostrado temerosos de extrapolar hallazgos de un nivel de complejidad a los demás niveles. Sin embargo, la teoría económica de los sistemas complejos vivos puede ser aplicada a cualquier estructura que evoluciona, como moléculas, células, órganos, individuos, comunidades e hiperorganismos por igual.

1 comentario:

  1. Solo hay una cosa más que olvidé señalar. Los biólogos dicen que una comunidad de abejas se descarta como hiperorganismo ya que para ser considerado como tal, debe haber homogeneidad genética. Es decir, todos los individuos deben ser genéticamente iguales, y la evidencia indica variabilidad genética dentro de la colmena. Creo que esta aseveración es falsa. ¿Somos los organismos pluricelulares genéticamente homogéneos? Si hablamos de secuencias de ADN, si. Pero creo que aquí es indispensable hablar de variabilidad y especialización, y desde el punto de vista de la expresión genética todos los tejidos son diferentes.
    Insisto en que la teoría debe ser vista desde el punto de vista económico y de la información. La información puede ser manejada en forma de genes, o en forma de nemes, o en forma de información almacenada en servidores informáticos. Lo importante es que la manera en la que la información es manejada por un sistema complejo, es similar independientemente del nivel de complejidad.

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