La percepción de los malos olores, al igual que el dolor, es un mecanismo de defensa que protede de ambientes potencialmente nocivos.
Platicando con un amigo, me decía que el tema de la fealdad, los malos olores y otras percepciones desagradables es interesante, puesto que constituyen un castigo. Me gustaría hacer un análisis (aunque no exhaustivo) de lo que significa recibir un castigo en forma de una percepción desagradable, como el dolor físico y psicológico, los olores nauseabundos y el horror que producen algunas imágenes, entre otras cosas.
He escuchado un argumento interesante en contra de la existencia de Dios. Dicho argumento dice que si Dios es un ser bueno y de misericordia, ¿Por qué permite el dolor y el sufrimiento? Resultaría entonces que si el sufrimiento es un castigo, ¿Por qué Dios inflinje dolor a los inocentes? O Dios no existe, o si existe pero es un Dios ajeno al dolor y los asuntos humanos.
Bueno, resulta que el dolor, el sufrimiento y otras sensaciones desagradables llamadas nociceptivas, no son un castigo sino al contrario. Es una maquinaria de defensa con la que venimos equipados todos los organismos biológicos.
Pongamos el caso del dolor físico con dos ejemplos. Los pacientes que padecen del mal conocido como lepra, y los diabéticos con enfermedad avanzada. En ambas patologías hay una pérdida de la sensación dolorosa, y el resultado es que los golpes no duelen, y al no doler, no se evitan, con el consiguiente trauma sucesivo que termina muchas veces en la cercenacion o la amputación de un miembro.
A todo lo largo del espectro evolutivo vemos estímulos atractores que causan placer, porque biológicamente se requiere una respuesta de búsqueda por parte del organismo, ya que el elemento que provoca el estimulo es necesario para su supervivencia. Las bacterias y los animales son atraídas por el alimento y las plantas por la luz; a nosotros nos atrae el olor del guiso que nos hace nuestra madre (a veces también el de la esposa), o el olor a carne asada cuando pasa por donde el Turco o donde Cacho, y a veces se queda comiendo. Nos atrae la belleza del sexo opuesto porque está relacionada con la reproducción y el proceso de reproducción mismo es sumamente placentero, ya que de lo contrario no esparciríamos nuestros genes, no nos reproduciríamos ni perpetuaríamos, ni evolucionaríamos, ni aumentaríamos en complejidad, ni nada.
La sensación de placer y la percepción de belleza auditiva o visual van acompañadas de poderosas respuestas de recompensa en nuestro cerebro reptil, o sistema límbico. Pero así como los atractores son necesarios, también lo son los estímulos repulsores. Huimos de olores desagradables porque estos se asocian a infecciones, descomposición y otros ambientes potencialmente nocivos de los que tenemos que escapar. Por eso si usted no se ha bañado en tres días, o está malito de estomago mejor quédese en su casa, o corre el riesgo de ser rechazado por sus congéneres (excepto su esposo(a), que se tiene que aguantar). Rechazamos el sabor amargo porque se relaciona con alcaloides o substancias naturales que en concentraciones altas podrían ser mortales. Rechazamos algunas formas poco atractivas visualmente porque estas se relacionan con peligros reales que ha afrontado la humanidad en su desarrollo evolutivo.
Alguien ponía un ejemplo del efecto de la evolución sobre la percepción de lo feo. A muchos las arañas les parecen feas porque el veneno de las arañas ha causado numerosas muertes durante el desarrollo biológico de la humanidad. Si somos cazadores recolectores (la humanidad ha pasado la mayor parte de su existencia como cazadores recolectores) y dormimos bajo la luz de la luna, es probable que sufra tarde o temprano el ataque de una araña venenosa. Lógicamente, usted tendrá más posibilidades de sobrevivir si ve feo al bichejo y lo evita.
Como nuestra existencia en el mundo tecnológico se encuentra en pañales, en la actualidad usted no ve feo un lujoso automóvil que corre a 200 Km. por hora; sin embargo, el vehículo es cientos de veces más peligroso para su salud que la arañita (ya que usted tiene una probabilidad relativamente alta de morir fuera o dentro de él), y es así como usted sale despavorido cuando tiene una tarantulita a la vista, pero si su amigo tiene un lujoso maquinon 12 cilindros en V, nadie lo ve feo (es más bien el guapo del barrio). Al parecer la evolución humana tendría mucho camino por recorrer de no ser por el desarrollo en los próximos años de lo que se llama “mejoramiento humano”, que permitirá el control de nuestra propia evolución por métodos de ingeniería genética, lo cual catapultará el aumento en complejidad de las sociedades humanas hacia una fase de crecimiento exponencial.
Retomando el tema del dolor, ¿es el dolor físico y psicológico un castigo divino? No. Este mecanismo de protección es más bien una bendición que compartimos con las demás especies. Quizá deberíamos reformular la pregunta: ¿Por qué Dios permite las situaciones en las que hay dolor? ¿Por qué en lugar de proveernos con un mecanismo de evitación de estas situaciones, no nos aleja de ellas definitivamente?
En primer lugar, para eso estamos en este mundo. Para luchar contra la destrucción, para progresar y crecer en complejidad, para dominar y vencer en un universo donde predominan las fuerzas que tienden al desorden; y sin embargo, esas fuerzas son necesarias para crecer en complejidad ya que no se puede construir algo nuevo donde no hay destrucción parcial de las estructuras anteriores. Desde el punto de vista espiritual podríamos decir que hasta las fuerzas del mal tienen su propósito, y le pondré ejemplos.
Para llegar a nuestro estado evolutivo y de complejidad actual, muchas especies debieron morir. La vida y su evolución son un continuo juego de prueba y error, borrar y volver a empezar, y construir sobre las cenizas. El ADN tiene sistemas de reparación muy eficientes, pero si no existiera la fuerza desorganizadora que origina las mutaciones (segunda ley) tampoco habría variabilidad y por ende, no existiría la adaptabilidad, y jamás se hubiese dado la evolución de los sistemas vivos. EL químico y premio Nobel belga Ilia Prigogine describió las características que comparten los sistemas complejos, y una de ellas es y la presencia de perturbaciones locales que permiten la autorganización a partir del desorden.
Lo vemos por todos lados. Para que las sociedades evolucionen se necesita (casi siempre) que una elite degenere bajo sus propios excesos, lo que origina las guerras, revoluciones, las rebeliones, las luchas por la emancipación, los golpes de estado (o sucesiones constitucionales, según usted lo vea) y a partir de allí nuevas formas de ver la política, nuevas y mejores maneras de gobernar que permiten un desarrollo ulterior de los sistemas sociales. No es un juego circular, sino hacia adelante, siempre hacia una mayor complejidad, y si el ser humano fracasara, hay otras especies inteligentes en lista de espera para ser los nuevos seres elegidos (buenos candidatos son los delfines, los elefantes, los pulpos y algunas especies de aves, aunque podría ser un organismo inteligente formado por individuos, como abejas u hormigas. Las posibilidades son infinitas). El fin último, la conquista del universo y el dominio sobre la segunda ley.
Visto desde este ángulo el mal no es solo natural, y una pequeña dosis es incluso necesaria para la evolución. El dolor físico y psicológico son elementos que moldean la mente y el carácter, y la maquinaria que nos provee resiliencia para soportarlo es compleja. Quizá lo más temido por el ser humano es el evento disruptivo de nuestra propia existencia física: la muerte. ¿Por qué Dios permite la muerte de niños pequeños y de gente inocente en general? ¿Es un castigo? ¿Es mala la muerte? Desde luego que la muerte es mala desde el punto de vista terrenal, pues corta con el propósito de Dios para nosotros, pero la perspectiva de la muerte física para Dios debe ser muy diferente a la nuestra.
Después de leer lo que he escrito usted pensará que estoy un poquitin chiflado y quizá tenga algo de razón (en persona soy mas cuerdo), pero la culpa es de ciertos genes italianos que heredé de mi padre, aunque ese asunto de la locura también es relativo (para referencia revisar “El Loco”, del escritor árabe Kalil Gibran). Para resumir, pienso que el dolor y el sufrimiento no son argumentos en contra de la existencia de Dios. Saludos.
(y)
ResponderEliminarLa vida y su evolución son un continuo juego de prueba y error, borrar y volver a empezar, y construir sobre las cenizas
ResponderEliminarYo soy un ejemplo :)
Un Abrazo