El año anterior, estaba leyendo la conclusión escrita en el libro de Eclesiastés por el Predicador, Hijo de David, Rey en Jerusalén: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad," y sucedió lo que antes no había ocurrido: Quede impactado; de pronto escuchaba únicamente mi respiración, mientras mi mente recibía pedazos de vida al tratar de entender al rey sabio.
Dios me recordaba la gloria de su ungido: Todo lo que Salomón hacía era realmente impresionante. Sus casas fueron hechas con los mejores materiales de su tiempo, con acabados que hacían aún de los rincones un lugar digno de admirar; observar sus viñas, huertos, jardines, árboles frutales, y estanques de agua, sobrepasaba lo extraordinario para asemejarse a un lugar de ensueño; sus servidores personificaban la excelencia; como amante de la música se hizo de cantores y cantoras y de toda clase de instrumentos de música; tenía tantas vacas y ovejas que era muy difícil contarlas; amontonó plata y oro como quien acumula piedras; no se negó nada que sus ojos desearon; disfrutó de los placeres que venían a su corazón; fue engrandecido de tal manera que su sabiduría era mayor que la de todos los orientales y los egipcios; su reinado fue lleno de majestuosidad y sirvió de referencia para otras naciones. Así que, estimado amigo o amiga, que este hombre diga que lo que había hecho y lo que tenía acumulado era: Falto de sustancia, inútil, infructuoso e insubsistente, es neurálgico y hasta echa por la borda todo lo que hemos pensado que significa “éxito.”
Aún no comprendía totalmente la lección, entonces me enseñó El Señor y se expresó como si estuviera sonriendo: ¿Te das cuenta que todo lo que hacía Salomón era trabajar para adquirir bienes con el objetivo de satisfacer su alma?…Observa sus frases: “Engrandecí mis obras,” “Edifiqué para mí,” "Me hice," "Me compré," “Me amontoné” ¿No te parece esto un pensamiento aún común en estos días? Las personas siguen afanadas por lo que desean y probablemente no les alcance la vida para darse cuenta del terrible error que es correr tras las riquezas con una motivación egoísta.
Mi esposa me dijo: “Seguramente Dios levantó a un rey como Salomón para dejarnos muy claro lo que es verdaderamente importante en la vida.” Sus palabras son dignas de análisis y me dije: ¡Es cierto. ¡Definitivamente es así! ¡Dios levantó a Salomón para que entendamos que la vida es temporal y que enfocarnos en acumular bienes terrenales para nuestros deleites, puede ser un proceso interminable que nos llevará a la misma depresión y conclusión del rey!
Por supuesto eso no significa que no debamos aspirar a obtener bienes, pero las preguntas que deben aparecer en nuestra mente son: ¿Para qué quiero conseguirlos? ¿Serán solo para mí, o incluye en mis ideas ayudar a los necesitados? ¿Los usaré en el propósito que Dios depositó en mi? ¿O quizá te has convertido a los que dicen que tienen un gran propósito y ni siquiera saben cuál es? Dios nos diseñó para cumplir un propósito, desarrollar un propósito requiere de acciones, y esas acciones u obras tienen la capacidad de subsistir, trascender de lo terrenal a lo celestial y causar un impacto en la eternidad.
No corramos el riesgo de presentarnos delante de Dios sin nada… Dios nos diseñó para causar un impacto positivo y eterno. Lo crea o no lo crea es la verdad.
Qué cosas causan ese impacto en la eternidad, lea próximamente la conclusión en II parte de “Lo eterno de esta vida.”
Bendiciones,
Ellis Ríos
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