Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

jueves, 11 de junio de 2009


Creer o no creer, esa es la cuestión

Entonces, acercándose Pedro, díjole: «Señor ¿cuántas veces pecará contra mí mi hermano y le perdonaré? ¿hasta siete veces?»

Dícele Jesús: "No te digo: hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete." Mateo 18:21,22. Biblia Septuaginta.

Hola. Bien, yo por buen camino tratando de conquistar al mundo. Ahora solo dejaré que trabaje por mi la Ley de los rendimientos crecientes, y luego haré que… No, no. Ya les he revelado suficiente. Hoy quiero contarles una pequeña historia. O, ¿será histeria? Más bien, la histeria de mi historia. Jah, este juego de palabras me lo enseñó un amigo. ¿No es genial? Aunque ya no recuerdo si es más bien la historia de mi histeria (ya me enredé). Mejor solo les cuento.

Hace mucho tiempo, cuando yo era pequeño (bueno, no tanto tiempo), me encantaban las ciencias, en especial la física, por el hecho de que describen el mundo con bastante exactitud. Además me gustaba escribir. Gané por varios años el concurso de cuento en mi escuela. En el último año gané el concurso nacional intercolegial de cuento. Recuerdo que en el momento en que me dijeron del concurso, me puse a escribir. Tocaron la campana y la siguiente clase era de química. Debíamos cocinar una cosa para probar algo sobre el calor. Yo me encontraba tan imbuido en la escritura que no levanté la cabeza a pesar de los regaños de la profesora.

Al llegar a la casa, continué escribiendo, hasta que terminé el cuento. Al día siguiente, se lo entregué a la profesora quien al instante lo leyó y me preguntó: “¿Quien le escribió esto?” Yo me sentí humillado, pensando si ella conocía a alguien más que podría escribir algo así, pero como era un muchacho tímido solo alcancé a decir: “yo lo escribí”. Creo que a regañadientes lo envió al concurso, y lógicamente, ganó. Posteriormente fue publicado en una revista del Instituto Hondureño de Cultura Hispánica. Eso me hace pensar en que ya no quiero el Nóbel, que se lo dan a uno bien viejito. Mejor el Pulitzer. Hablando de megalómanos, leí no hace mucho que el Presidente Chávez no quiere debatir con Mario Vargas Llosa porque dice que Vargas Llosa, lo que quiere es “ranquearse”, o sea, subir de clasificación, lo que significa, según el Presidente Chávez, que el escritor quiere hacerse famoso a costa del presidente. ¡Las cosas que oye uno en este mundo! Claro, es parte del humor del Presidente para así no debatir, y aparte salir bien librado.

Sigo con mi histeria. No era la primera vez que ganaba un concurso para mi escuela. Hacía solo un año había ganado un concurso de arte intercolegial ejecutando la guitarra. Verán, en ese tiempo yo no sabía que era ratón genio, y además no lo parecía por lo dolorosamente bien parecido que era (aunque a decir verdad a pesar de mi edad continuo siendo, porque ya les he dicho que el acerbo genético privilegiado… bueno, mejor no divago tanto). Mi timidez no me dejaba hablarle a las muchachas que me gustaban, más bien las muchachas me hablaban a mi. Pero si me gustaba mucho la muchacha, me sonrojaba y tartamudeaba (eso me salió en verso). Además de tímido, creo que tenía un ligero complejo de inferioridad. Y esto que les estoy contando me hace pensar, ¿Cuántas mentes brillantes se perderán en nuestra Honduras? Y eso por la falta de un adecuado sistema de canalización de estos cerebros, que deberían estar siendo preparados para resolver los grandes problemas de la nación (iluso, me dijo alguien. Mejor regrésese a Colombia).

Continúo con mi histeria. Gran parte de mis estudios superiores los pasé “viviendo la vida loca”, confiando en mi genialidad para pasar las clases. La timidez, la logré vencer en gran parte (había muchos peces en el océano, si usted me entiende, jaja). Un porcentaje importante de mi tiempo lo invertía en devorar cuanto libro de divulgación científica o filosofía de la ciencia cayera en mis manos. En contraposición, la religión me parecía tediosa, aburrida, pesada, fastidiosa, molesta, latosa y cargada. Cuando pequeñito ya habiendo hecho la primera comunión, me preguntaba que para qué rayos servía eso, que para qué le va a contar intimidades uno a alguien. Les confieso que no me volví a confesar. Tomaba la hostia, y me sabía toda la rutina o ritual de la misa, pero no entendía ni papa. No le veía sentido.

En cuanto a escribir, me olvidé de eso desde que entré a la universidad. No escribía ni para tomar notas (me dolía la mano, y de hecho, aun me duele). Es hasta recientemente que he escrito algunos artículos para diario Tiempo de mi ciudad, nada de tanta importancia, pero con cariño y debido a la fabulosa tecnología moderna. Ahora estoy aquí, escribiendo en solitario porque me picó el gusanito de escribir. Me llamaron recientemente pseudointelectual y todólogo en un blog que comenté. Yo prefiero “llanero solitario”, “alma bohemia” o simplemente, “romántico incurable”. Estos términos me suenan más bonito.

Al llegar a la adultez ya estaba bien encarrilado en lo que sería mi filosofía de la vida, de la ciencia y la religión. No fue sino hasta recientemente que me di cuenta que el término que mejor me describía era el de “agnóstico”, que es alguien que no niega a Dios simple y sencillamente porque no puede probar que no existe. Obviamente, tampoco puede probar lo contrario, así que prefiere estar en el medio. Pero hay un espectro en cuanto al agnosticismo que va del que cree un poco pero no está seguro, hasta aquel que no cree en nada, pero tal vez, puede ser, si se pudiera remotamente probar. Este último tipo se encuentra cerca de ser ateo, sin serlo del todo. Yo pertenecía a esta categoría.

Después de un tiempo me volví experto en la discusión sobre religión. Me sabía todos los argumentos en contra de la existencia de Dios. Pensaba que la religión era una de las culpables de los grandes males de la humanidad, como las guerras. Recordaba las cruzadas y el tiempo de atraso científico durante el llamado oscurantismo, cuando la Santa Inquisición acabó con la vida de muchas mujeres en Europa y América y atrasó el avance de la ciencia por siglos. Creía firmemente que los hombres que se metían a Pastores era porque el pastorado es un buen negocio, y que en lo que mejor se preparaban era en bajarle el dinerito a la gente.

Ahora, años después ya no tengo un pensamiento tan simplista. Soy servidor en mi Iglesia, y aunque se que en todos los gremios, profesiones o asociaciones hay individuos con intenciones malas o egoístas, ya no juzgo a la ligera. Además me cuido de no emitir juicios contra instituciones, ni manchar sus nombres, cuando las malas acciones son debidas únicamente a unos cuantos individuos. Y es que el error se nota: si pecamos o nos equivocamos, todos se dan cuenta; si hacemos buenas obras, estas pasaran muy probablemente desapercibidas. Es por eso que los periódicos publican una buena noticia por cada diez malas.

Si bien es cierto que algunas denominaciones religiosas han caído históricamente en el fanatismo, y que algunas guerras se han desencadenado con la religión como pretexto, es mucho más lo que esta última ha hecho por el bienestar de las sociedades. Aun en nuestra Honduras, muchos ignoran cómo las iglesias dan apoyo al prójimo en necesidad. Y si algún error se comete las mismas escrituras nos ordenan: “perdonar cada día 7 veces 7”, ya que el error es humano, y el ser humano solo es un contenedor imperfecto del espíritu perfecto de Dios. Misericordia para con los hombres, confianza solo en Dios.

Hoy en día, me cuido incluso de no criticar con demasiada vehemencia aquellas cosas en las que no estoy de acuerdo, ya que como mortal limitado en un punto del espacio-tiempo infinito siempre se me escapará alguna evidencia, algún parámetro. Estamos restringidos a ver solo una parte del panorama. Siempre habrá algo, sobre cualquier asunto, que no vamos a saber, por muy grandes, preparados, genios o potentados que seamos. Los sistemas complejos son muy complejos, y solo nos queda intentar comprender generalidades o detalles específicos, pero el todo se nos escapa. Aunque inventásemos o nos convirtiésemos en el demonio de Maxwell o Laplace, aun tendríamos, en principio, un 50% de indeterminismo, que Dios utilizará para su intervención sin perturbar las Leyes físicas. Aunque encontrásemos o inventásemos la gran teoría unificada, aun quedarán las condiciones más allá de la frontera de nuestro universo físico, que Dios a reservado para sí mismo (claro, estas son conjeturas mías).

¿Ve? Como dice mi amigo Edgardo Molina (el Radiólogo): La lengua no sirve para nada (aunque personalmente pienso que se le pueden asignar ciertos usos interesantes). De ahora en adelante, cuando emita un juicio severo sobre alguien o algo, o cuando tenga una posición absolutamente definida, piense que hay más cosas que usted no sabe sobre el asunto que las que sabe. Piense dos veces. Que tenga un feliz día.

2 comentarios:

  1. Excelente....!!
    muy de Acuerdo en muchos puntos y muy en contra de otros...(jejeje..solo es una broma de lo aprendido)
    me parece muy Interesante el punto de emitir Juicio antes de lo que sea..., cosa que se nos hace tan dificil No dejar de Creernos Correctos,y volvernos seres Imperdonables con los demas, pero el punto que mas me Llama la Atencion es el de "Las Limitantes o Inferioridades" por los daños catastroficos que produce este asunto en la realizacion como Personas....seria un gran punto poder leer una Publicacion respecto a este Tema.

    Gracias

    Denys T.

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  2. Gracias por su comentario Denys. Indudablemente, las experiencias de la niñez dejan una huella indeleble en nuestra personalidad y en la percepción que tenemos de nuestras propias capacidades. No hay nada que Dios no nos permita hacer cuando nos damos cuenta de su poder operando en nosotros. Saludos.

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