Sucesos, Vida de Fe y Cristianismo en Honduras

jueves, 11 de junio de 2009


Música para Dios

¿Qué hace de la música un arte tan especial?

Siempre me ha intrigado la manera en la que las notas musicales, que sueltas no tienen ningún significado, al juntarse en diversos ritmos y armonías se arman en una composición coherente, capaz de hacer imaginar historias y evocar situaciones con un importante componente emocional, como si de una trama escrita se tratara. Me gustan particularmente las composiciones clásicas del periodo romántico, las que pueden transportar al oyente a paisajes en los que nunca ha estado, y despertar combinaciones de sentimientos complejos.

Pondré como ejemplo, una melodía de la obra de Mendelsson denominada “Canciones sin Palabras”. La mencionada melodía me hace construir la siguiente situación: Una pareja de enamorados cuyo amor es prohibido, casi imposible. El es probablemente de la realeza, y ella de una hermosura incalculable. Tienen un encuentro en una cabaña o chalet en los fríos paisajes de los Alpes suizos. Un momento, un punto en el infinito del espacio tiempo, prodigándose todas las caricias que nunca más se podrán prodigar, obsequiándose mutuamente los besos de toda una vida, en ese instante; hablando, de tiempo en tiempo, todas las historias que no serán. Brutalmente romántico, y trágico. Esa tragedia que se repite en las vidas cotidianas de muchos mortales anónimos. Lo importante en la historia es ese momento, tocar la gloria y la evocación súbita, de un momento a otro, de lo trágicamente imposible.

Cada tipo de composición musical despierta diferentes emociones y teje diversas historias en nuestra mente. La música del período Barroco me parece, de manera básica, de una hermosura “perfecta”; la del período clásico, juguetona o emprendedora, pero es la música del período romántico la que activa mi imaginación y mis emociones más que ninguna.

Desde luego, como amante de la música también escucho composiciones contemporáneas. Nuestra marimba típica, particularmente, es de una brillantez y alegría contagiosa. Pero algo que yo, personalmente, elevaría a la categoría de pecado capital es que alguien confunda una pieza de Mendelsson con una de Marimba típica, como cuando mi querida cuñada me hablaba por teléfono mientras yo escuchaba una melodía en piano de Mendelsson y me dijo: “Que bonito suena esa marimba”. O la otra vez, en la que mientras manejaba escuchaba una melodía de Chopin que me hace pensar en guerreros fuera de sus hogares, en la batalla, y mi querida y nunca lo suficientemente bien ponderada cuñadita me dijo: “Ya me va a hacer dormir con esa música. ¿No tiene por casualidad un raeggeton?”. Sería más fácil para mí comprender a mi cuñadita si ella fuera de la generación X, de la Y, de la Z o de la generación Google, pero después de hacer algunas averiguaciones me enteré de que no solamente conoció los famosos Long Plays y discos de 45 revoluciones, hechos de vinilo, sino también las consolas y hasta las vitrolas. Según don Rafa y doña Yolanda (mis longevos suegros), la fiesta de 15 años de mi cuñada se la celebraron con una brillante y nueva vitrola marca Victor de última generación con discos de pasta; ese día todos los invitados (incluyendo sus lindas compañeras del María Auxiliadora) bailaron alegremente al ritmo del recien inventado Swing. Bueno, hay de sistemas complejos a sistemas complejos (incluyendo sistemas longevos), y los seres humanos caemos dentro de esa categoría.

Durante mucho tiempo de nuestra era denominada “después de Cristo”, en occidente se utilizó la música como objeto de alabanza y adoración a Dios, la denominada música sacra. Como cristiano protestante que soy, estoy de acuerdo en que la finalidad básica de la música es adorar a nuestro creador, pero no está mal de vez en cuando cantarle a Su creación, especialmente cuando esta es muy bonita, bien proporcionada y de amplias caderas. De cualquier manera, los hombres de ciencia se han maravillado con el efecto de la música sobre la mente humana; con esa interacción que trae como resultado un conjunto de complejas reacciones químicas que despiertan una combinación de sentimientos. Como el estudio de la ondulación producida por la música, al igual que de las notas musicales y sus características por si mismas no pueden anticipar ni explicar este efecto, una composición musical y su interacción con el que escucha puede ser considerado un sistema (no vivo ni tan complejo, por supuesto), interesante por las propiedades emergentes. Aunque lo mismo se puede decir de una composición literaria, es la música la reina cuando de aflorar una gama de sentimientos en el receptor se trata. Todavía nadie entiende que presiones evolutivas intervinieron para desarrollar el sentido musical en el humano. Tan así es que la revista Nature dedicó (el año antepasado) una serie de sus famosos ensayos a la música y el por qué de su existencia y sus efectos.

Sabemos de otras especies en las que una parte de su comportamiento se relaciona con la música, como las aves. Los delfines pueden crear una imagen compuesta a partir de las ondas de ultrasonido reflejadas en los objetos, pero no sabemos el efecto emotivo que despierta una serie compuesta de sonidos en sus mentes. Es interesante el hecho de que, para el ser humano, el sentido de la vista tiene prelación sobre el sentido del oído. Las cualidades de la realidad aprehendidas por medio de la vista son, por mucho, superiores en número y calidad a las aprehendidas por el oído, y sin embargo, ni la contemplación del más sublime de los retratos o lienzos puede equipararse a escuchar una pieza musical que toca nuestras fibras más íntimas. El nombre de la obra de Mendelsson que mencioné al principio lo dice todo: “Canciones sin palabras”. Música que habla, a nuestra mente conciente, nuestro tallo cerebral y aun a nuestro cuerpo, esto último representado por la danza.

¿Será que los seres humanos fuimos creados básicamente para alabar, adorar y exaltar a Dios por medio de la música? ¿Será que los seres vivos en general poseen cierta sensibilidad para la música? Es probable. Recordemos que las escrituras nos dicen: “todo lo que respira, alabe a Dios”. Como me ha sido posible comprobar, la alabanza y adoración a Dios abre los cielos, nos acerca al mundo espiritual y abona el camino para la oración de Fe.

Que tenga buen día.

1 comentario:

  1. Como siempre es un gusto leer sus articulos Dr. ya sea en el periodico o aqui saludes.
    Bryan Steven

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