Nuestra capacidad para efectuar cualquier acción reside únicamente en la mente. Si usted quiere conquistar el mundo, pero ve el mundo muy grande para ser conquistado, ni lo intente. Hace dos días estaba hablando de esto con un joven en el gimnasio. Lo que usted levante de peso -le dije- depende de lo que usted piense de lo que es muy pesado. Por ejemplo, mire usted a la gente que es hipnotizada para levantar un peso que nunca hubiera imaginado. O, por ejemplo, la madre que el otro día levantó un carro para rescatar a su pequeño hijo de un accidente. Es que la fuerza muscular tiene un límite teórico impuesto por diversos factores, de los cuales el perímetro del miembro es el más importante. Pero la descarga de adrenalina y de impulsos neurales llevan la fuerza a ese límite.
Yo acababa de hacer 8 repeticiones con piernas inclinadas con 600 libras . El joven le quitó la mitad del peso, y comenzó a repetir (intentando sugestionarse): “Esto no pesa”, “pesa más una pluma” etc. etc etc., se agacho, desenganchó las manijas que aseguran el peso, y con toda la aceleración de la gravedad el peso le recogió las piernas hasta toparle las rodillas al pecho. El pobre muchacho se puso primero pálido, luego violeta de la tremenda presión ejercida sobre su abdomen y transmitida hacia la cabeza impidiendo el retorno venoso. Entre tres logramos liberar al pobre muchacho, después de lo cual la conciencia no me dejó tranquilo. Afortunadamente no hubo daño físico. Le pedí disculpas por la enseñanza mal administrada, y me di cuenta de que la declaración es el primer paso de la fe, pero no es suficiente. La fe es la convicción de que lo que no puede ocurrir, efectivamente ocurre. La fe se desarrolla adiestrándola, ejercitándola, visualizando lo invisible obstinadamente, sostenidamente, como si ya hubiera pasado, y creyendo a pesar de las apuestas en contra. Esto es válido en todos los campos del quehacer humano, tanto en los deportes, como si usted quiere, mañana por la noche, conquistar al mundo.
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