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miércoles, 23 de noviembre de 2011


Pelando la cebolla: de cómo los humanos estamos construidos en capas

Por: Edwin Francisco Herrera Paz

Cebolla partida por la mitad
Los humanos y los demás seres biológicos estamos construidos por capas. Sí, como una cebolla. Por eso es que a nuestras máquinas inteligentes también las construimos por capas.
Piense en una computadora. A veces veo mi máquina y me parece que solo le falta hablar. La quiero tanto como a mi mascota porque me comprende, me ayuda en mi trabajo, me entretiene y no me regaña (a diferencia de mi esposa). Ah, y se me olvidaba, también su mantenimiento es barato ya que no come (a diferencia de mis hijos). Incluso hay ocasiones en las que pienso que mi compu está viva. Pero la interacción entre mi máquina y yo está basada en esta construcción por capas que ambos compartimos.

Procesadores de Intel
El cerebro de la computadora es la unidad de procesamiento, una pequeña estructura compuesta por chips del tamaño de una uña. Estos son el soporte físico, o hardware, que a su vez están compuestos por una gran cantidad de compuertas lógicas que transforman las pequeñas corrientes eléctricas que le entran para crear una salida predeterminada. Existen tres tipos de compuertas básicas: las “Y”, las “O” y las “NO”, las cuales se colocan en diferentes combinaciones en serie y en paralelo. La base de la computación entonces, es el enrutamiento de las corrientes entrantes por una serie de compuertas o conmutadores lógicos.

Pero a los seres humanos nos resulta un tanto difícil comunicarnos con una computadora por medio de corrientes eléctricas. Para resolver un problema matemático usted tendría que abrir y cerrar manualmente cientos de compuertas, por lo que para facilitar las cosas los científicos de la computación inventaron los lenguajes de programación.

La primera capa de este software es un lenguaje de ceros y unos que también resulta complicado para nosotros. Imagínese usted que para decirle a su computadora que quiere ver la siguiente página de un archivo de texto tuviera que escribir un par de páginas de ceros y unos. Complicado, ¿no?

Androides de la Guerra de las Galaxias
La siguiente capa es un poco más amigable. Son los lenguajes de alto nivel, que funcionan con instrucciones en ingles. Aunque son mucho más amigables que los ceros y unos, aun es preciso memorizar una gran cantidad de instrucciones y la sintaxis de los lenguajes. Recuerdo mis primeras experiencias con las computadoras. Iniciaban los años noventas y aun no existía Windows ni nada que se le pareciera. Para que la máquina me obedeciera tuve que aprender las instrucciones del sistema operativo DOS y la programación BASIC, y si uno se equivocaba en una pequeña instrucción debía invertir horas en encontrar el error.

La siguiente es la capa que realmente hace de la computadora un ser con el que podemos interactuar fácilmente: la interfaz gráfica. Windows (y antes que este la interfaz de Macintosh) se comunican con nosotros de una forma más natural, de tal manera que cuando estamos frente a nuestra compu no nos hace falta saber absolutamente nada sobre las otras capas.

Pues bien, de esa misma manera los seres humanos estamos hechos, desde una capa compuesta por proteínas y ADN de la cual no nos enteramos en nuestra vida diaria, hasta la última capa –la interfaz con nuestro mundo – compuesta por un intricado código de comportamiento. Como yo soy muy especulador, a veces me gusta especular sobre qué sucedería si de repente perdiéramos de nuestro lenguaje la capacidad de hacer referencia a la última capa (la interfaz) y tuviéramos que comunicarnos racionalmente nombrando los fenómenos que se llevan a cabo en las otras capas. Sin duda desaparecerían palabras como “amor”, “deseo”, “hambre”, “amigo”, etc. que surgen de la última capa.
Ciclo de retroalimentación negativa hormonal
Cuando un hombre sintiera atracción por una mujer no le dedicaría una canción de moda, ni le regalaría rosas, ni le diría al oído cositas bonitas. No. Más bien le diría algo así: “Mis niveles de oxitocina se han elevado con la impresión de tu imagen en mi retina, ya que al comparar dicha imagen con la impronta almacenada en mi sistema límbico se activaron mis centros cerebrales de recompensa. Además, mi hipotálamo está haciendo que mi hipófisis secrete gonadotofinas que han elevado mis niveles de testosterona que al unirse a sus receptores citoplasmáticos han desencadenado respuestas celulares que impelen a mi área motora cerebral a ordenarle a mis músculos a dirigirse hacia ti, con el objeto de activar mis mecanismos reproductores que permitirán la creación de una nueva interfaz en la que puedan perpetuarse mis variantes genéticas.”

Cachetada
A lo que la muchacha respondería: “La estimulación sonora causada por las vibraciones de tus cuerdas vocales fueron codificadas en impulsos eléctricos y luego comparadas con las improntas de mis antecesoras y mi propia experiencia en mi sistema límbico, lo cual estimuló mis centros de castigo que a su vez estimularon una respuesta en mi área motora ayudada por improntas cinéticas en mi área premotora y mi cerebelo que dentro de un instante obligará a mis músculos agonistas, antagonistas y sinérgicos del brazo a actuar con el objeto de que mi mano derecha se dirija a toda velocidad hacia tu pómulo izquierdo”.

¿Lo puede ver? El hombre guiado por sus hormonas le hace una especie de propuesta a la dama, quien ni corta ni perezosa le propina una soberana cachetada al susodicho individuo. Pero los fenómenos que condujeron a esta interacción fueron moldeados por millones de años de evolución e incluso por las experiencias propias, y sin embargo no los vemos. En realidad, no somos conscientes de ello y la mayor parte de nuestra conducta se encuentra condicionada, escondida capa tras capa en lugares recónditos, accesibles solo mediante las herramientas de la ciencia moderna que nos permiten en la actualidad, pelar la cebolla. 

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