La teoría de la evolución fue postulada por el naturalista Británico Charles Darwin hace alrededor de siglo y medio. Aunque dicha teoría es esencialmente correcta en sus postulados, hay un pequeño detalle que, a mi parecer, se encuentra equivocado: el nombre. A ver me explico.
La teoría dice, fundamentalmente, que en una población de individuos vivos siempre habrá un rango de variación en los diferentes caracteres. Las presiones ambientales entonces actuaran sobre la población escogiendo a los más aptos, merced de lo cual se dará una competencia en el seno de dicha población. El resultado de la competencia será una mayor probabilidad de supervivencia para los más aptos, que a su vez heredarán sus caracteres de aptitud a la siguiente generación. El resultado conduce a una mayor adaptación de la especie a su medioambiente, la diferenciación de las poblaciones, y finalmente a la especiación. A esta presión natural que conduce al cambio gradual de las especies se le denomina “selección natural”.
Hasta aquí no hay ningún problema. La teoría de Darwin debió haberse llamado entonces “teoría de la selección natural” a secas, y no “teoría de la evolución por selección natural” (que es también el nombre de la obra en donde se postula dicha teoría) y les diré por qué. La evolución implica un cambio que siempre será en la dirección de mayor complejidad en los diferentes ambientes y niveles que conforman la vida. Esto lo podemos ver a diario. Las ciudades crecen en tamaño y complejidad; los individuos se han vuelto paulatinamente más complejos evolucionando desde organismos unicelulares hasta entes multicelulares en los que las células, los órganos y los sistemas se desarrollan y viven en ambientes de complejas interrelaciones e interdependencias. La dirección de la vida es siempre hacia una mayor complejidad. Intuitivamente entonces, identificamos la evolución con el progreso y con el aumento en complejidad, y no al contrario.
Pero la obra de Darwin explica muy bien el por qué una especie cambia en el tiempo, pero falla completamente en postular un mecanismo por el cual la especie evoluciona, es decir, se vuelve más compleja, ya que el cambio y la adaptación no necesariamente lleva implícito el aumento de complejidad. Aunque a nosotros nos parezca obvio que un organismo más complejo estará mejor adaptado a su ambiente y será más competitivo, ya que la dirección de la vida es siempre en ese sentido, Darwin no ofrece explicaciones para este fenómeno en sus obras, por lo que su teoría falla en llamarse de la “evolución”.
Tal vez encontremos las respuestas de la evolución (es decir, el aumento en complejidad de los sistemas vivos) en las ciencias económicas más que en las biológicas. Para comenzar consideremos que la vida se compone de sistemas en múltiples niveles, pero cada nivel sigue las mismas reglas económicas generales que los demás. Por ejemplo, una célula, uno de los niveles más básicos, está formado por una comunidad de organelas que constituyen eficientes motores moleculares, cada una especializada en una labor particular. La comunidad de organelas entonces forman un conjunto llamado célula. Del mismo modo, una empresa puede estar formada por múltiples módulos de producción, cada uno especializado en un proceso en particular, pero el conjunto de todos estos módulos se llama entonces “la empresa X”. Un ejemplo, a otro nivel. Un conjunto o comunidad de órganos, especializados cada uno en su función, se llaman colectivamente “el individuo X”. Tanto la célula como el individuo y la empresa deben exhibir un conjunto de reglas económicas comunes que hayan conducido hacia ese estado particular de complejidad. De hecho, las tres entidades mencionadas corresponden a sistemas vivos pero a niveles de complejidad diferentes.
El punto básico de una teoría económica unificada de los sistemas vivos (una verdadera teoría de la evolución) es que esta debe ser válida en cada uno de los niveles de complejidad. Debe además demostrar que las configuraciones más complejas son, efectivamente, más competitivas que las más simples y que por ende tenderán a sobrevivir y a propagarse. Sorpresivamente una teoría así otorgaría igual peso a la competencia entre individuos que a la cooperación. De hecho, es imposible la evolución sin la cooperación entre los elementos. La cooperación conduce hacia la especialización y la interdependencia. La competencia entonces estará orientada principalmente a la creación de módulos de mayor cooperación que serán más eficientes que los módulos simples, y por ende sobrevivirán.
La interpretación de la teoría de Darwin, como todo cuerpo teórico, fue históricamente determinada por el entorno y las experiencias de la sociedad que la acogía como válida. Es así como en Rusia, país con ambientes gélidos e inhóspitos en los que la colaboración es esencial para la supervivencia, la cooperación se constituyó como la piedra angular de la sociedad. Tal interpretación (que más que interpretación fue un supuesto rechazo a los postulados de Darwin sobre la competencia como la base de la evolución) tuvo un profundo impacto en la política de la época, lo que devino en los ideales socialistas bolcheviques. En cambio en la Europa occidental, cuna de la revolución industrial, prevaleció la idea de la supervivencia del más fuerte por lo que la competencia se proclamó como la piedra angular del capitalismo occidental. Esto resultó en la escalada progresiva de competencia entre empresas y productos que, innegablemente, han aumentado la calidad de vida en la actualidad, pero también ha resultado en la implementación de doctrinas erradas desde el punto de vista ético como la eugenesia aplicada a las poblaciones humanas.
Vale decir que la interpretación occidental de la teoría de Darwin implica la “supervivencia del más fuerte”. Sin embargo, la teoría original proclama la supervivencia del “más apto”, que no es necesariamente el más fuerte, y realizando una síntesis de ambas visiones anteriormente mencionadas, y adaptando ambas a una nueva visión de la evolución de los sistemas vivos, se hace natural y lógico que como regla general la supervivencia del más apto correspondería primordialmente a aquellos elementos que acojan con beneplácito la cooperación, llámense estos elementos células, individuos, empresas o gobiernos. Saludos.
Para una mejor comprensión del impacto sociopolítico de las ideas de Darwin en Rusia, China y occidente, sugiero consultar la siguiente bibliografía: Nature 461, 1173-1174 (29 Octubre de 2009), y la serie de ensayos que ésta refiere.
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