Aun sin tenerte, como agua entre mis manos, te perdí. Al
saber que te quiero, ¿Volverás como la lluvia en mayo?
Y con las primeras refulgentes diamantinas gotas, gemirá a
tu oído suavemente el austero viento, cual etéreo y celestino amigo:
“Él te añora y te desea. ¿No ves que él por ti se muere?
Porque fuiste suya desde niño, porque has sido suya desde
siempre. ¿Recuerdas? En sus sueños.
Porque su corazón te extraña y su alma te añora, porque su
sangre, bajo el embrujo de la renegrida noche grita: ven que quiero hacerte mía.
Porque por ti ha librado mil batallas, desde antaño: se
enfrentó a gigantes, derrotó dragones y no le intimidó la muerte, por una
mirada tuya, buscando ser tu héroe, aun sin conocerte.
Hasta que te halló, en el crepúsculo de una tarde del estío.
Pero su boca debió callar, y su grito de amor debió sofocar, ahogado en el
mar profundo de su alma; y en sus labios mora la añoranza de aquel beso que no
te pudo dar.
Él aun te sueña, cobijada entre sus brazos en un amplexo infinito,
indefinible. Por eso vuelve, te lo pide, te lo implora, deja que su desbocado corazón
marque el camino de los dos.”
Aun sin tenerte, como agua entre mis manos te perdí. Al
saber que te quiero, ¿Volverás como la lluvia en mayo?
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